martes, 21 de julio de 2009

HISTORIA DE BUENOS AIRES: FUNDACIÓN Y ÉPOCA COLONIAL

HISTORIA DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES



PRIMERA FUNDACION, AÑO 1536 A 1541


El Rey de España nombró a Pedro de Mendoza un prestigioso y noble guerrero, como Primer Adelantado del Río de la Plata. Los Adelantados recibían el título en forma vitalicia y hasta por dos vidas, debiendo soportar los costos de la expedición. A Mendoza el rey le otorgó por capitulación 200 leguas de tierra de norte a sur y un ancho con límites imprecisos desde el Océano Atlántico hasta el océano Pacífico donde debía el fundar una fortaleza de piedra, ella fue el origen de la primera Buenos Aires. Mendoza llegó en febrero de 1536 con una dotación de entre 1200 a 2000 hombres y mujeres, anclaron en la isla San Gabriel para estudiar la zona, los de tierra descubrieron el Riachuelo de los Navios (actual zona de La Boca), donde la confluencia de las dos barrancas formaba un lugar acastillado, a ese lugar Mendoza a este primitivo poblado lo llamó Ciudad y Puerto Santa María de los Buenos Aires, era un conjunto de chozas de paya y barro, rodeado por un muro de tierra apisonada, este lugar se estima que estaba entre el Parque Lezama y los Altos de San Pedro (actual San Telmo).

Pronto llegaron indígenas provenientes del sur de Santa Fe y se inició con ellos comercio por trueque en el cual se cambiaban alimentos por pequeños objetos, cabe destacar que en los principios para los conquistadores se hacía muy dificil el aprovisionamiento de alimentos, pero con el tiempo la relación con los aborígenes se fue tornando violenta hasta terminar en luchas armadas en las que salieron victoriosos los indígenas, resistiendo los ataques y el hambre estos primeros pobladores se fueron retirando en su mayoría explorando las costas del río Paraná hacia el norte, de este modo Irala fundó Asunción en 1541 y ordenó la despoblación de Buenos Aires pero esta pequeña población se resistía a dejar esta zona ya que habían obtenido el fruto de sus primeras cosechas.





EL FUERTE DE BUENOS AIRES, AÑO 1594

Juan de Garay no llegó a construírlo, se terminó en el año 1594, en el año 1713 lo rodeaba una muralla de piedra de 250 metros y baluartes en cada una de sus esquinas, este era residencia del Gobernador. El mismo estaba ubicado en un lugar privilegiado ya que se divisaba desde el mismo toda la costa, frente al mismo en el río había peligrosos bancos de arena, por tal razón los escasos piratas que merodeaban en las aguas se alejaban de la costa. Desde su ubicación se protegían los dos fondeaderos el del puerto del Riachuelo, donde ingresaban las naves de poco calado (hasta 3 metros) y El Pozo, en el actual Retiro, aquí se abría un canal profundo para naves de gran calado.






SEGUNDA FUNDACION, AÑO 1580

El Quinto Adelantado y Gobernador de Asunción, Juan Torres de Vera y Aragón encomendó a su lugarteniente Juan de Garay repoblar Buenos Aires encomendandolé el asentamiento que resultara. Con muy escasos recursos Garay bajó por el río Paraná arreando ganado con setenta mancebos de la tierra, diez españoles y una mujer. De este modo se hace efectiva la segunda fundación de Buenos Aires el 11 de Junio de 1580 dandole el nombre de Ciudad de la Santísima Trinidad y puerto Santa María de los Buenos Aires. Juan de Garay plantó el árbol de la justicia en la actual plaza de Mayo, cerca del sitio elegido 44 años atrás Pedro de Mendoza. Ordenó el trazado de la ciudad según las Ordenanzas de Población de las Leyes de Indias de Felipe II, del año 1573. Llevó a cabo el reparto de solares y designó a los integrantes del Cabildo, quienes eligieron por sorteo al santo patrono de la ciudad a San Martín de Tours, diseñó el escudo que llevaba un águila negra coronada, cuatro hijos debajo y una cruz sangrante en su mano derecha.


Cuadro de Santiago Carbonell, donde se representa cuando se funda la Ciudad de Buenos Aires frente al árbol de la justicia en donde hoy está la plaza de Mayo.
La Gobernación de Buenos Aires formaba parte del Virreinato del Perú. Toda la actividad comercial se realizaba a través de Lima, basada fundamentalmente en el transporte en carretas entre ambas ciudades, esto determinó de una forma fundamental el contrabando en el puerto de Buenos Aires y que su población se mantuviera muy reducida en su número por mucho tiempo. Los barrios crecían lentamente alrededor de los templos, los que se destacaban eran los de los jesuitas, quienes hicieron una gran obra en los comienzos de esta ciudad. La ciudad en ese momento se dividía en parroquias y luego en cuarteles.

La ciudad de Buenos Aires fué creciendo alrededor de la Plaza Mayor, hoy Plaza de Mayo, y estaba organizada en un cuadrilátero de 15 por 9 manzanas, frente a la plaza se reservó una cuadra para el Adelantado, donde hoy se ubica la casa central del Banco Nación, y otra para el fuerte, el que se ubicaba donde hoy está ubicada la Casa de Gobierno, conocida como la Casa Rosada.

Las calles originales medían 11 varas (9.5 metros) de ancho. La ciudad estaba rodeada por el egido o tierra destinada a las dehesas, donde pastaba el ganado que daba servicio a la ciudad y de donde se extraía la leña para cocinar y calefaccionar. Más lejos se encontraban las chacras dedicadas a huerta y cultivo de cereales, se extendían hasta San Fernando al norte, al sur hasta el Riachuelo y pertenecían en su gran mayoría a los vecinos del centro de la ciudad. Había estancias, destinadas a la cría de ganado mayor, eran administradas por el cabildo con delegados en las mismas estancias, estas dieron origen más adelante a los partidos, se extendían desde San Fernando hasta la provincia de Santa Fe y desde el Riachuelo hasta Magdalena.


LAS RUTAS HACIA BUENOS AIRES, AÑO 1600-1700


En el transcurso de los siglos XVII Y XVIII se usaron tres rutas fundamentales de comunicación, la de Buenos Aires-Asunción, por la ribera del río Paraná, la de Buenos Aires-Lima; Córdoba, San Miguel de Tucumán, Salta y el Alto Perú; y la de Buenos Aires-Santiago, a través de las provincias del Cuyo. Durante este período la población sufrió constantes ataques de la población indígena, lo que trajo aparejado gran cantidad de problemas para llevar adelante una vida apacible, por ello el territorio de la gobernación de Buenos Aires se extendía desde la costa de los ríos Paraná y de la Plata hacia adentro no más de 100 kilómetros. Hasta mediados del siglo XVIII, cuando Buenos Aires pasó a ser Capital Virreinal, la ciudad creció muy lentamente contando con solo 27.000 habitantes.


INFORMACIÓN EN: "BUENOS AIRES ANTIGUO"http://www.buenosairesantiguo.com.ar/fundacion.html



ENCONTRÁ MÁS DATOS EN:
-Portal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires:



-Comisión para la preservación del Patrimonio histórico cultural

Historia bajo las baldosas- publicaciones

Aljibes- "Interpretación de la Ribera en el área fundacional"- Paleontología Urbana - "El Subsuelo y la Ribera, imágenes del recuerdo reflejadas en el presente"-"Historias bajo las baldosas"


----------------------------------------------------------------



RELATOS DE VIAJEROS QUE VISITARON LA BUENOS AIRES COLONIAL


"Los invitamos a compartir una propuesta que fue estructurada en relación a testimonios de viajeros británicos y que nos permiten acceder a la visión que los testigos de época nos legaron sobre el tema en cuestión, en este caso desde un punto de vista muy particular, el de los ingleses que estuvieron residiendo en el país por motivos diversos. S erá interesante que los alumnos reflexionen acerca de la visión dada desde quien escribe (qué, cómo y porqué relata) este ejercicio los acercará al complejo concepto de la multiperspectividad. Los viajeros seleccionados fueron:
Joseph Andrews: "Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica en los años 1825 y 1826". Bs. As., Librería Carlos Aldao, 1920 .
J. Beaumont: "Viajes por Buenos Aires, Entre Ríos y la Banda Oriental (1826-1827). Bs. As., Solar-Hachette, 1957.
Alcides D' Orbigny: "Viajes a la América Meridional". Buenos Aires, Futuro, 1945.
Woodbine Parish: "Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata desde su descubrimiento y conquista por los españoles". Bs. As., Hachette, 1958. "



Mr. Jones y su viaje por Buenos Aires

A partir de la década de 1820, se respira en Buenos Aires cierta tranquilidad, producto de la finalización de las guerras de independencia que permiten el desarrollo de actividades productivas y comerciales. Es así que muchos ingleses se radicaron en esta ciudad. Algunos para dedicarse a las actividades comerciales, otros compraron estancias para criar ganado. También importantes casas comerciales inglesas instalaron aquí sucursales de sus empresas. Mr. Jones, viajó desde Londres para supervisar el funcionamiento de una de las sucursales de la empresa para la que trabajaba. Fue un observador muy atento, no quería perderse detalle del lugar, su economía, de cómo era la gente y sus costumbres. Muchas cosas le llamaron la atención durante su estadía y, de regreso a su país, en una reunión de amigos relató sus impresiones sobre la visita a Buenos Aires.

La llegada (Texto 1)
Partimos de Montevideo y arribamos a Buenos Aires al día siguiente. Como las aguas del río son poco profundas, los barcos se detienen lejos de las costas y tanto los pasajeros como las mercancías son trasladados en pequeñas embarcaciones. Al aproximarnos podemos ver la ciudad. Las edificaciones son todas de la misma altura y sólo sobresalen las torres de las iglesias. No hay montañas ni bosques, en el fondo puede apreciarse una vasta y prolongada llanura.
Imagen 1. Pintura de Vidal - Museo de Luján
De las barcazas pasamos a toscas carretas que nos llevarían a tierra, porque no hay suficiente agua para que los botes puedan arrimarse a la orilla. No imaginan ¡qué desagradable! Al llegar a unos treinta o cuarenta metros de la orilla, los pasajeros nos encontrábamos rodeados de esas carretillas que también eran utilizadas para transportar las mercaderías que entran y salen del país.
Las carretillas tenían dos grandes ruedas apoyadas sobre un eje y encima de éste había una gran plataforma hecha con tablas separadas unas de otras de manera que el agua pasa entre ellas. Unos cueros estirados hacían de paredes laterales y, a través de una corta y gruesa lanza se las ataba a un caballo. Los carretilleros andaban medio desnudos, gritando y empujándose unos a otros y azotando a los caballos en el agua, con salvaje y grotesca apariencia.
Me contaron que tiempo atrás había un muelle que entraba en el río y evitaba estos inconvenientes pero fue desmoronado por la fuerza del agua. Desde entonces el gobierno no ha querido o no ha podido construir uno nuevo. Creo que debiera ser una de las primeras obras que cualquier gobierno debe realizar, para comodidad de los pasajeros y porque traería mayores beneficios para el comercio de Buenos Aires.



Adaptado de:
Parish, Woodbine. "Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata desde su descubrimiento y conquista por los españoles". Bs. As., Hachette, 1958, pág. 161 a 164
Una vista de la ciudad
Las calles y las casas (Texto 2)
Una vez en tierra, me dedique a buscar una casa donde poder hospedarme. Recorrí parte de la ciudad. Sus calles están dispuestas en damero [1] y las principales habían sido empedradas hacía poco tiempo, creo que en 1823. Las calles se veían limpias. En cierta ocasión, conversando con la gente de lugar, me enteré que las piedras que utilizaban para colocar en las calles, las traían de algunas islas que están frente a Buenos Aires, especialmente la de Martín García. Pero, no todas las calles se encontraban pavimentadas, algunas eran de tierra lo que ocasionaba que en tiempos de sequía uno fuera ahogado por el polvo de los caminos y en tiempos de lluvia se volvieran intransitables, razón por la cual, los vecinos permanecían en sus casas como si estuvieran prisioneros. Las veredas se elevaban tan sólo un poco más que las calles de tierra y eran del mismo material. Los cruces de una vereda a otra, estaban hechos de piedra o de madera y cuando llovía quedaban cubiertos de barro y resultaba muy peligroso atravesarlos.
A mitad del frente de la ciudad, casi sobre el río, está el Fuerte. Dentro del Fuerte se encuentran los departamentos del presidente y los ministros. Frente al Fuerte se encuentra la Plaza Mayor, en el lado norte de la plaza se levanta la Catedral, hacia el este la Recova (una galería en la que se pueden encontrar pequeños comercios), al sur una hilera de pequeñas tiendas, hacia el oeste el Cabildo donde tienen su sede los concejales de la ciudad.
Las casas eran bajas, pero había algunas construcciones nuevas en las que se habían introducido pisos altos, en los que la planta baja estaba ocupada por comercios o almacenes de depósito, mientras que en la planta alta residían las familias. Las ventanas que daban a la calle eran muy bajas y llegaban en su parte inferior casi a tocar el suelo. Las porteñas se sentaban en los alféizares para observar a los transeúntes y recibir los saludos de los amigos de los cuales las separaban fuertes barrotes de hierro que aseguraban las ventanas. En el tiempo que residí en la ciudad, se prohibieron las tradicionales rejas voladas
[2] porque ocasionaron más de un accidente a los desprevenidos transeúntes. Las rejas no son una costumbre inglesa, para nosotros sería como vivir en una prisión. Pero, cuando se ve colgar de ellas guirnaldas de hermosas plantas, comienzan a parecer decorativas. También las azoteas eran un lugar de reunión, sobretodo para aquellos que no deseaban oir el bullicio de la calle y en tiempos de las invasiones inglesas, desde allí los porteños arrojaron aceite y agua hirviendo a nuestro ejército, ocasionando muchísimas bajas.
Llegué a la casa que me habían recomendado alquilar. Sus dueños me invitaron a recorrerla, pude constatar que los porteños '[...] carecían [...] en sus casas particulares de las comodidades europeas. [...] se limitaban a un piso bajo, con todos los aposentos seguidos, abriéndose unos en otros sin pasadizos ni corredores intermedios, con toda su distribución casi tan primitiva y molesta como puede imaginarse'. Las habitaciones daban a un patio, generalmente cuadrado que tiene como centro un aljibe. La cocina y las piezas de servicio estaban separadas del edificio principal y al fondo de la casa. Mucho más al fondo aún, se encontraban los retretes
[3].
'Los pisos eran de ladrillo, los tirantes de los techos casi nunca se cubrían con un cielo raso y las paredes tan frías y monótonas como podía hacerlas el blanqueo [...]' , los muebles eran rústicos y toscos.
'En invierno calentaban sus frías y húmedas habitaciones por medio de braseros, a riesgo de sofocar a los que estuviesen dentro con el tufo y el humo del carbón; y se creía que las chimeneas eran conductoras de la humedad y del frío'
[4] , por eso no las utilizaban. Sin embargo, durante mi estadía pude notar un cambio en las costumbres debido a la influencia de los extranjeros residentes en la ciudad y a las fluidas relaciones comerciales con Europa. Las estufas inglesas comenzaron a utilizarse, también las paredes empezaron a lucir coloridos papeles de las fábricas de París y las habitaciones, hermosos muebles europeos.
Aunque sabía que la ciudad contaba con dos hoteles ingleses y aunque el precio del alquiler era elevado, preferí la privacidad y acepté hospedarme en aquella casa.







Las actividades cotidianas (Texto 3)



Adaptado de:
Andrews, Joseph: "Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica en los años 1825 y 1826". Bs. As., Librería Carlos Aldao, 1920, pág. 22 a 27
Beaumont, J.: "Viajes por Buenos Aires, Entre Ríos y la Banda Oriental (1826-1827). Bs. As., Solar-Hachette, 1957, pág. 101, 105 a 107 y 113 a 115
D' Orbigny, Alcides: "Viajes a la América Meridional". Buenos Aires, Futuro, 1945, T. II, pág. 475 a 478
Parish, Woodbine: "Op. cit.", pág. 165 a 169 y 185 a 188





Las vida social y los entretenimientos (Texto 4)
Durante mi estadía conocí algunas distinguidas familias que a menudo me invitaban a cenar, ya que 'Muchos de nuestros compatriotas han contraído matrimonio con las hermosas porteñas, lo que sin duda ha contribuido bastante al benévolo cariño con que los hijos del país miran a los ingleses' [7] . Nuestros compatriotas tuvieron que aceptar las ceremonias católicas en sus casamientos, pero el amor bien vale ese sacrificio. Es costumbre que los recién casados habiten junto al resto de la familia en la misma casa. Para los ingleses esto era extraño, no estaban dispuestos a aceptar esta situación y lograban imponer su voluntad. Pero el alejamiento de la hija de su hogar paterno ocasionaba un profundo dolor que sólo recibía consuelo al ser entregada en los brazos del hombre amado.
Las porteñas son sencillas, muy bellas y atractivas y 'Si no estudian historia y geografía, cultivan al menos las otras (cualidades) más (agradables) de su sexo. Tienen pasión por el baile y (la música) [...]. Entre los hombres, la misma inclinación parece desarrollada a más alto grado por su talento poético. [...] Pero en cuanto concierne a la educación, los hombres llevan muchas ventajas al bello sexo. En sus escuelas y universidades son bien instruidos en la mayor parte de los ramos principales de las ciencias en general, y muchos jóvenes de la nueva generación perteneciente a las familias más decentes y acomodadas han sido enviados a Europa para completar aquí sus estudios'
[8] .
¿Cómo pasaba el resto del tiempo? Los entretenimientos y diversiones en Buenos Aires son muy escasos. El teatro suele ser la principal diversión tanto para nativos como para extranjeros. Está situado en un punto céntrico, a tres cuadras de la plaza. Es un edificio sencillo y 'su interior es naturalmente muy distinto al de los teatros londinenses, porque tiene aspecto muy humilde y sucio. [...] El decorado y los trajes son bastante malos [...]'.
[9] El teatro es uno de los lugares donde se podía disfrutar viendo los hermosos ojos negros de las porteñas bajo las mantillas que cubrían la cabeza y parte de su rostro. Hacían hablar a sus abanicos a través de movimientos hechiceros, logrando acercar o distanciar a los galanes.
Un entretenimiento que atraía al público eran las corridas de toros que se llevaban a cabo en la llamada Plaza de Toros, pero fue demolida en 1822 al prohibirse las corridas. Desde entonces, las carreras de caballos pasaron a ser la diversión favorita de las clases bajas, por supuesto que nada tiene que ver con el noble deporte que con el mismo nombre se conoce en Inglaterra. Pero, igual que en nuestro país, juegan por dinero. Los caballos son tan flacos como quienes los montan. No utilizan montura, ni rebenque ni espuelas, sólo los gritos y los talonazos del corredor animan al caballo a recorrer esos cuatrocientos metros de distancia.
El calor del verano es insoportable, por eso el baño se convierte en otra de las actividades preferidas de los naturales. Por las tardes, muchísimas personas se dirigen al río para refrescarse. El río es tan poco profundo que aunque uno se interne a muchos metros de la costa el agua sólo le llega a las rodillas, entonces la gente opta por echarse agua y algunos por revolcarse en ella. 'Las mujeres de la mejor clase se bañan con vestidos sueltos bajo los cuales -antes de entrar al agua- se despojan de sus trajes de calle, que dejan a cargo de una esclava; pero las gentes pobres no siempre se cubren en estos baños, y tanto las personas de esta clase, como los jóvenes de ambos sexos, en general se bañan (sin ropas) y chapotean en el agua [...]'
[10]


Adaptado de:
Beaumont, J.: "Op. cit.", pág. 89, 90 y 112 a 117
Parish, Woodbine: "Op. cit.", pág. 183 a 188


INFORMACIÓN EN :


También tuve ocasión de estar presente en lo que llaman las fiestas mayas . Se trata de la conmemoración del 25 de mayo de 1810 que marca el inicio de la independencia argentina. En aquel momento los franceses habían invadido España -seguro, alguno de Uds. lo recordará- tomando como prisionero a su rey. Entonces el pueblo de Buenos Aires, que había estado relegado de la vida política del país, aprovechó la situación y depuso al virrey nombrando una junta de gobierno en su reemplazo. Era la primera vez que los nativos participaban del gobierno. A partir de ese momento se produjeron muchas guerras porque algunos querían seguir bajo el mando de los españoles y también hubo peleas entre las distintas provincias porque no se ponían de acuerdo y aún no lo han conseguido, en la forma de organización que le van a dar al naciente país. De esas guerras nació, para desgracia de ese país, la clase de los militares que tiene mucha influencia en las decisiones de gobierno. Digo para desgracia porque en un país su prosperidad debe estar dada por el cultivo y la industria y no por la fuerza de las armas. 'Allí donde los hombres están armados la espada no descansará mucho tiempo en la vaina [...]' [11] se producirán guerras con otros países o problemas entre la misma gente del país. Para suerte de los británicos, el gobierno argentino estableció que no deben prestar servicio militar.
Fiestas Mayas (C. E. Pellegrini)
Volviendo a las fiestas mayas, el festival a través del cual se conmemoran anualmente dura tres días. El 24 por la noche, la Plaza Mayor se encontraba iluminada con una especie de antorchas que rodeaban la pirámide. En la madrugada del 25 los jóvenes se reunían allí para que el amanecer los encontrara entonando el himno nacional.
Los festejos continuaban durante el día, se enterraban varios palos enjabonados que sostenían en sus puntas, bolsas con dinero, chales y otros artículos. Quien conseguía trepar hasta la punta se llevaba todos los premios. La Plaza se llenaba de guirnaldas de flores. También se levantaba una plataforma donde los jóvenes bailaban.
Durante la noche se podía concurrir al teatro, donde se cantaba el himno nacional o a las galerías del Cabildo en donde una banda interpretaba música militar mientras en la Plaza se podía disfrutar de sueltas de globos y coloridos fuegos artificiales.

Los días que siguieron me dediqué al trabajo y a contemplar la vida que se llevaba en esta ciudad, tan lejana y distinta a nuestra Londres.
Al amanecer sólo pueden advertirse en las calles algunas ratas en busca de comida, porque los nativos no son muy madrugadores. Un poco más tarde, las calles comienzan a poblarse de vendedores ambulantes. Las primeras en aparecer son las carretas de los pescadores que regresan de la playa cargadas de pescado fresco que llevan al mercado. Luego aparecen los aguateros. ¡No me van a creer lo que digo!, pero en Buenos Aires el agua se vende,
y bien cara por cierto, porque el agua de los pozos es salobre y no se puede consumir. Los que pueden disponer de algún dinero, realizan en sus patios profundas excavaciones para construir los aljibes, donde por medio de cañerías colectan el agua de lluvia. Pero los más pobres se ven obligados a comprársela a los aguateros. A pesar que cargan las cisternas en las orillas del río, el agua no es cristalina y necesita estar en reposo por veinticuatro horas para poder ser bebida. Para purificar más rápido el agua yo ponía un pedazo de carbón en las tinajas.
Era increíble, los vendedores continuaban desfilando por las calles montados en sus caballos ofreciendo sus productos, frutas, panes, aves. Los lecheros, generalmente niños o jóvenes hijos de los chacareros de los alrededores traían colgando a cada lado del animal, tarros cargados de leche. También recorrían las calles los trabajadores que se dirigían a sus talleres y las lavanderas negras o mulatas que iban hacia la playa llevando la ropa, el jabón y la tabla para refregar en enormes fuentones sobre sus cabezas y en una de sus manos la pava para calentar el agua para el mate, porque tanto ellas como los otros trabajadores del país, nada hacen sin sorber su bebida favorita.
El mercado, ubicado en la Recoleta, sorprende a cualquier extranjero. Ocupa un espacio cuadrangular con pequeños locales alineados uno al lado del otro, en donde se establecían los vendedores de frutas, carnes y verduras. Allí, se podía encontrar pescado de buena calidad y a bajos precios, legumbres, batatas, calabazas, perdices y todo tipo de frutas, melones, duraznos, uvas, higos. La carne vacuna era traída desde los mataderos, que se encuentran en las cercanías de la ciudad, diariamente por los carniceros para ser vendida en trozos.
Aunque la producción local no podía competir con los productos europeos, porque la gente de Buenos Aires compraba casi todo a Inglaterra, algunas manufacturas tuvieron cierto desarrollo, como la fabricación de fideos, carrozas, peines, baúles, colchones y catres, de velas, de jabón. También se habían desarrollado los saladeros, pero requieren la inversión de grandes capitales, los extranjeros se han dedicado a esta actividad tan ventajosa y mantienen un vivo comercio con Brasil, Cuba y las islas de Cabo Verde donde sirven de alimento para los esclavos.
Por las calles, también se confundían en el aire distintos idiomas, son los apurados hombres de negocio, de todas las nacionalidades a los que los lugareños llamaban gringos o carcamanes .
Pasado el mediodía, al dar el reloj las dos, se retiraban los vendedores y carreteros, cerraban todos los negocios. Las calles quedaban desiertas, todos volvían a sus casas... era la hora de la siesta. Por la tarde, los negocios, comercios y toda la actividad se desarrollaba desde las cinco hasta el atardecer. A medida que se iban encendiendo los faroles, las señoras comenzaban a salir de sus casas para recorrer las tiendas. Abuelas hijas nietas tías, iban todas acompañadas de sus criadas. Entraban en una tienda, hacían desplegar, telas, peinetas, abanicos y luego se retiraban sin haber comprado nada para repetir la operación en otra tienda. Continuaban su paseo, se detenían a conversar con otras familias y muchas veces, se dirigían a pequeñas tertulias de animada conversación, donde eran cortejadas por muchos galanes. A veces, alguna señora se sentaba frente al piano para ejecutar alguna pieza y cantar. También a veces, se bailaban minuetos y contradanza
[5] española. Alrededor de las diez de la noche regresaban a sus casas y las calles volvían a estar quietas y solitarias.
A esa hora, los caballeros continuaban en los cafés, donde se reunían para jugar a las cartas o al billar. Apostaban enormes sumas de dinero y permanecían allí durante muchas horas 'Lo que contribuye a la falta -muy lamentable- de hábitos hogareños entre la población masculina' .
[6]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTARIOS: