Mostrando entradas con la etiqueta EFEMÉRIDES Día de la REVOLUCIÓN DE MAYO 25 de Mayo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta EFEMÉRIDES Día de la REVOLUCIÓN DE MAYO 25 de Mayo. Mostrar todas las entradas

miércoles, 24 de mayo de 2023

25 de Mayo 1810-2023 : "Viva la Patria"

 Hola familias, chicas y chicos!!

En un nuevo Aniversario de la Revolución de Mayo las y los invito a compartir la lectura de una nota periodística de la Revista Digital "Barriada", escrita por Mabel Crego quien nos cuenta acerca de las transformaciones que sufrió el Cabildo de Buenos Aires a lo largo del tiempo y a ver un video que nos muestra también parte de nuestro Patrimonio histórico y cultural.

Leer para Saber. Saber para Conocer.

Hasta nuestro próximo posteo.
Con cariño Graciela



Para ver el video hacé click en el siguiente link:


Transformaciones del Cabildo por Mabel Crego

Cabildo en 1780

Siempre es interesante volver sobre la historia de un lugar y encontrar, desde una mirada distinta y renovadora, cuánto nos enseña el paso del tiempo.
El Cabildo, cuya palabra proviene de
“capitulum” (a la cabeza), no se remonta a Roma como tantos vocablos adquiridos, sino como una consecuencia de la reconquista de los moros, para lo cual le fueron otorgados poderes a los condes en los distintos puntos fronterizos de España, para salvaguardar diferentes situaciones.
La organización del Cabildo de nuestra ciudad se hizo semejante al ayuntamiento de León, integrado por regidores que se elegían entre los vecinos más antiguos y prestigiosos del lugar. Es curioso que mientras en América el cabildo multiplicaba sus funciones y su poder, en España el rey Carlos V reducía su competencia hasta esterilizarlos.
Juan de Garay, al fundar la ciudad en 1580, destinó con ese fin uno de los cuatro solares que componían la manzana enfrente del terreno reservado para la plaza mayor.
Durante muchos años la ciudad no contó con edificio propio, por la carencia de materiales adecuados para su construcción, ya que la ciudad carecía de piedra, los cabildantes alternativamente se reunían en principio en sus casas, hasta que en 1603 Hernando Arias de Saavedra habilitó algunas dependencias del fuerte para que sirvieran de asiento transitorio.

Cabildo de Buenos Aires en 1887Recién en 1608 el alcalde ordinario capitán Manuel de Farias, encaró la edificación de una sala capitular y un calabozo en el solar asignado por Garay. Se edifico con barro apisonado encofrado con madera, con tirantes en el techo de laurel de palo blanco y cañas bravas, las puertas y ventanas las realizo Pedro Ramírez y sus paredes fueron pintadas con cal, traída de Córdoba.

El paso del tiempo y las copiosas lluvias fueron erosionando el adobe y los techos de caña se desmoronaron. Fue así, que en 1725 se edificó una nueva construcción de dos plantas a cargo del hermano jesuita Andrés Blanqui.

Sin embargo Manuel Bilbao nos dice… “El Cabildo se construyó en 1711 tenía en la base de la torre, inscripta la palabra justicia. Un rayo cayó sobre la estructura y borró el jus y quedo solo ticia y después el pico demoledor se llevo lo demás”…

En 1765 se le colocó el primitivo reloj traído de Cádiz, que comenzó a funcionar el 1 de enero de ese año.

El Cabildo era el edificio más importante de la gran aldea, allí se reunieron en cabildo abierto los patriotas, el 22 de mayo y los días siguientes de la revolución de 1810, fue asiento del poder judicial y en sus bajos estaba la cárcel pública.

Un daguerrotipo tomado en 1840 es la imagen mas antigua que tenemos de él (aparte de las pinturas) donde se ve prácticamente igual a como estaba en mayo de 1810 en esa época tenía cinco arcos de cada lado de la torre.

Treinta años después den 1872 la Plaza de Mayo estaba muy cambiada, con sus diagonales y las vías del tranvía en las calles adoquinadas.

Al Cabildo le habían ampliado las ventanas de la torre y en ella se ve el tercer reloj de su historia. Tenía cinco arcos de cada lado y mantenía su majestuosidad.

En 1845 se agregaron dos campanas, la San Martín o campana menor y la Stella Matutina o campana mayor. En 1860 se reemplazó el reloj por otro que la municipalidad adquirió en Europa.
En 1879 el Cabildo se transformó completamente. Pedro Benoit cambio el estilo español y colonial por el franco-italiano que estaba de moda en esa época. Se azulejó la cúpula se reformaron los balcones y las columnas dándole un aire renacentista. Lo más llamativo era la enorme torre rematada por una cúpula vidriada que por las noches simulaba ser un faro en lo alto de la ciudad.

Para 1885 el Cabildo no duro mucho como lo había proyectado Benoit.

Menos de 10 años después de su construcción la torre fue demolida. (parece ser que no estaba muy bien construida y se temía un derrumbre). El cabildo se quedaría sin torre por unos 50 años.

En 1889 se decidió construir una nueva e importante calle: la Avenida de Mayo, el Cabildo estaba en el medio, por lo que tuvieron que demoler tres de los arcos derechos para abrir el paseo de Avenida de Mayo, se traslado el reloj y las campanas, a la torre del templo de San Ignacio.

Para 1931 la creación de otra Avenida le altero la fachada nuevamente.

La apertura de la Diagonal Sur, hizo que tres de sus arcos izquierdos fueran reemplazados por la esquina en ochaba.

En 1936 el Cabildo tenía estilo neoclásico sin torre y con varios arcos menos, solo dos a cada lado.

El 30 de mayo de 1933 el congreso aprobó por ley 11.688 la declaración de Monumento histórico Nacional y el 20 de octubre de 1939 se encargó una comisión encargada de realizar estudios para su restauración y reconstrucción encabezada por el arquitecto Buschiazzo.
En 1940 el arquitecto Mario Buschiazzo se encargó de restaurar el viejo Cabildo, basándose en documentos muy antiguos que fueron estudiados con mucha precisión para darle el aspecto que tenía en la época colonial, basándose en una acuarela del Cabildo realizada por Carlos Enrique Pelegrini en 1829.

Cuando hoy lo vemos resistiendo el paso del tiempo, recordemos cuantos cambios ha sufrido a lo largo de su historia.

Mabel Alicia Crego – Maestra Secretariaemail
Docente JIC 4 d.e. 6º

Fuentes de la recopilación histórica:

Fotos:

Otras notas que te pueden interesar

Encontralas también enhttps://www.barriada.com.ar/author/mabel/

Semana de Mayo

 Hola familias, chicas y chicos!!

Como todos los años se aproxima una fecha muy importante para la historia de nuestro país: el 25 de mayo donde recordamos la elección del Primer Gobierno Patrio.

Quiero compartir con ustedes una nota muy interesante de la Revista Digital "Barriada"  que nos permitirá conocer un poco más las costumbres de la época.

Leer para Conocer. Conocer para Saber!
Hasta nuestro próximo posteo. Con cariño. Graciela
plato de la epoca de la revolucion de Mayo, excavacion realizada por Daniel Schavelzon.

Cómo y qué comían y bebían los porteños en 1810 por Mabel Crego

En la vieja Buenos Aires no había una sola forma de comer. Las clases altas comían muy diferente de las clases bajas y tampoco se comía igual en la época del virreinato que después de la revolución de mayo.
Para principios de siglo XIX la fuerte influencia española se hacia sentir en las costumbres de la población de la pequeña aldea. Como dice el saber popular “somos lo que comemos”, la identidad argentina se va forjando también a través de su cocina.
Según Víctor Hugo Ducrot,  periodista y autor de varios libros sobre la historia gastronómica argentina, dice que ”nuestra cocina, es hija de la pobreza”.
En los pequeños centros urbanos, se comía  cotidianamente, “la olla podrida” (muchas veces la carne se hervía para quitarle el mal olor, producto de la falta de frío) lo que nosotros llamamos hoy “puchero”: una mezcla de carne  hervida (de vaca o ave) con choclo, zapallo, papa, cebolla, acelga y otras verduras de las quintas, que cultivaban los negros sirvientes, en el tercer patio  de las casas mas pudientes.
En las zonas más rurales, y hacia el norte, se consumía el locro, potaje compuesto por cebollas, maíz, zapallo, carne de cerdo, de vaca (o lo que hubiere) hervido a leña por largas horas, en marmitas de hierro.  También gustaban la carbonada y las sabrosas  empanadas, tucumanas o salteñas.
En la zona del norte andina, comían quinoa (cereal cultivado por el inca) maíz, papa, guisados con cabras, llama o guanaco (cuando no lo usaban para lana o carga). También vinos de Mendoza y San Juan, quesillos, aceitunas y frutas, brevas, pelones, duraznos orejones, peras sandías, amaranto, habas, cebada, y cordero, que si bien no eran productos típicos de la región, llegaron allí producto de los viajes y comercio  de los españoles.
En la zona mesopotámica  y litoral, la dieta era un poco mas variada incluía, pescados (dorado, surubí, pacú, corvina etc.) frutas subtropicales, (palmitos, guayaba, mamón), mandioca, cítricos,  maíz y carnes autóctonas (vizcachas, perdices, gallaretas, entre otras).  Y sobretodo, el uso de la yerba mate, bebida emblemática de los argentinos.
Tenemos que aclarar y esto es muy importante, que el comer y el beber en el Buenos Aires Virreinal dependía, en gran medida, de la clase social a la que se pertenecía.
Los pobladores negros (el bajo pueblo) que trabajaban en el Virreinato, sólo comían lo que los criollos descartaban,  cuenta Esteban Echeverría en “El matadero”:
…”Las negras llevaban arrastrando las entrañas de un animal, allá una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de repente sobre un charco de sangre, caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada presa. Acullá se veían  acurrucadas en hilera cuatrocientas negras destejiendo sobre las faldas el ovillo y arrancando uno a uno, los sebitos que el avaro cuchillo del carnicero, había dejado en la tripa,  como rezagos,   al paso que otras, vaciaban panzas y vejigas y las henchían de aire de sus pulmones, para depositar en ellas luego de secas, la achura” …
Estas esclavas negras acondicionaban estas achuras con sabores, garbanzos, habas,  porotos, ajos y cebollas  que cosechaban en las quintas, aromatizadas con romero, perejil, orégano y otras hierbas, surgiendo así el guiso de mondongo, chorizos, morcillas, salchichas, mollejas, etc. que cocinaban por largas horas en los fogones.
En las clases altas, Mariquita Sánchez de Thompson, en Recuerdos del Buenos Aires Virreinal nos cuenta que la gente de esa época vivía de modo muy sencillo:
…“En cada casa había uno o dos esclavos dedicados sólo a la cocina puesto que se los había enviado a aprender el oficio de cocinero a lo de monsieur Ramón. Esa casa no era una fonda, ni siquiera un comercio a la calle; allí preparaban comidas por encargo y servían en las casas si querían dar alguna cena o comida.  El traía todo lo preciso de su casa y criados para servir. En esta casa mandaban a aprender a los esclavos, le pagaban un tanto y él los tenía uno o dos años hasta entregarlos cocineros”…
José Antonio Wilde recuerda: …”que en el centro del comedor de su casa infantil, había una larga y angosta mesa de pino, muchas veces en lugar de sillas un par de bancos colocados a los costados y una silla en cada extremo de la cabecera, asiento de preferencia que se cedía al huésped. La mesa cubierta con un blanco mantel de algodón (algunos sostenían que debía estar manchado para que se reconociese que era un mantel) no había bandeja para el pan, ni salseras, ni lujosas vajillas. Solo un numero suficiente de platos el vino (carlon casi siempre) se ponía en la mesa en una botella negra y se tomaba en vaso”.
Pensemos por qué estas personas de inmensa riqueza en la época, no tenían un servicio de comedor a la medida de su  fortuna.
La razón es que el sistema monopólico del comercio colonial impedía la entrada de manufacturas no españolas y, si  llegaban, era sólo una  o dos veces al año, gracias a que algún navío oficial español tuviera autorización para bajar hasta el Río de la Plata, o bien haber recorrido por tierra el trayecto México-Buenos Aires y lograra ingresar por la aduana seca de Córdoba.
Habitualmente según decía la gente “lo mejor quedaba en el camino”. En el virreinato las industrias eran pocas  y pobres, sólo algunas prosperaban como la del vino y aguardiente de la zona de Cuyo y las tejedurías de mantas rusticas de Córdoba.
Mariquita cuenta… “La vida era muy triste y monótona. Con el dinero no se podía tener ni aún lo preciso, de modo que las gentes se veían en la necesidad de prestarse unos a otros. Es cierto que  había muchas piezas de plata labrada, pero esta era indispensable, porque la loza era muy cara y muy escasa. Aún en la casa del virrey, que aquí era un rey chiquito, el día que había una gran comida o recepción, venía el mayordomo con gran reserva, a las casas de las familias mas ricas a pedir muchas cosas”.
Las comidas se realizaban según un ritmo establecido, Mariquita habla del “general almuerzo” chocolate o café con leche con pan o tostadas  de manteca o bizcochos. Se comía a las doce en las casas pobres, a la una en las media fortuna y en las más ricas a las tres, luego la siesta y la cena a las diez u once de la noche.
Nos cuenta Thomas Love (inglés que vivió en Buenos Aires desde 1820 a 1825)  “Lo primero que toman es el mate, a menudo en la cama. A las ocho  ó nueve se sirve lo que nosotros llamaríamos breakfast, el almuerzo tiene lugar a las dos ó tres,  entre las seis y  las siete se toma mate, que suele ir seguido de una cena. La moda inglesa de almorzar a la una o las dos de la tarde y comer a las ocho  o nueve  de la noche, aún no impera en este continente”.
El motivo que se cenara tan temprano en las casas humildes se condice con la luz del día. La iluminación era escasa, solo tenían velas de sebo, estearina, o lámparas (quinqués) alimentadas con aceite.
Daniel Schávelzon, de arqueología urbana, ha excavado en antiguas casas del siglo XVIII y XIX, nos dice que una excavación muy importante, en San Isidro, fue en la Casa de Los Alfaro, donde descubrieron un pozo de basura de 7 mts. Allí encontraron distintos trozos de vajilla, pertenecientes a platos de la época colonial, donde se observa que a principios de siglo XVIII la vajilla era de mayólica gruesa de color marfil, hechas y decoradas a mano y difícil de reponer.
Para fines de siglo XVIII con la revolución industrial, comenzaron a llegar al Río de la Plata los platos de loza, más resistentes con tinte azulado y borde decorado. Pero no eran muy agradables y a partir de 1820 entraron los platos  blancos, decorados con floreados, en las mesas de clase alta de la ciudad.
Los vasos y copas eran de vidrio grueso y, generalmente, de segunda categoría (inaceptables en las mesas de Europa). También encontraron unas vasijas, características del siglo XVIII, de cerámica cocida, color marrón que llamaban “escudillas”, traídas por las carretas desde Mendoza, que se usaban entre las piernas, no sobre la mesa, y se utilizaban como recipientes para la comida. Estos elementos eran usados por las clases más humildes o en los suburbios.  No se comía con cuchillo y tenedor, solo con cucharas y bebían todos los comensales de un mismo vaso.
No era costumbre cocinar los postres en las casas, para eso se recurría a los negros o negras pasteleras, que iban de casa en casa con su canasta llena de pasteles, cubiertos con una tela de algodón.
Habitualmente se comía frutas de estación, membrillos de Mendoza, arroz con leche y canela, dulce de tomate, batata y zapallo y yema quemada. Se bebía arrope diluido en agua, como si fuera vino.
Nos cuenta Lucio Mansilla, “Las pocas veces que hacían postres en las casas eran frituras de papa con huevo y harina espolvoreados con azúcar molida, salvo en los veranos cuando caía granizo, ese era un momento esperado por todos los niños.  El asunto tenía magia  y llevaba varios pasos. Primero la diversión de salir corriendo por el patio a juntar todo el granizo que fuera posible y llevarlo de prisa antes que se derritiera hasta la cocina. Allí había un cilindro de madera que tenía adentro otro mas pequeño de metal en el cual se había colocado leche crema batida con huevos, azúcar vainilla y cacao.
En el cilindro mas grande se colocaba el granizo, de manera tal que cuando se girara violentamente la manija exterior del aparato, el cilindro pequeño girara al tiempo que se enfriara y transformase la crema, en una sustancia muy fría que la gente de la época llamaba “helado” y era justo que así lo hicieran porque mas frío que el granizo no había nada, en el tórrido verano de la vieja Buenos Aires”. 
En  su libro Buenos Aires en los siglos XVIII y XIX. Manuel Bilbao nos dice: …“Antes de 1850 el vino que se bebía en el país era malo, era una especie de mistol de arrope diluido en agua, pero se conocía el buen vino tinto español, el carlon, el priorato, el oporto y el jerez. Los pulperos (españoles insulares que pertenecían a la clase media)  vendían  aguardiente, ginebra y caña.
También se consumía “la vinagrada” que se tomaba en el café De la Victoria, ó el de Malcos, frente a la iglesia del colegio.
La cocina criolla de nuestros abuelos no tenía los recursos  de la culinaria moderna, sin embargo la gente era mas sana. Los platos predilectos eran,  el puchero con garbanzos, tomate, humita en chala sábalo de río, la carbonada, el pastel de fuente con recoldo de pichones, los pastelitos fritos. Las ensaladas tenían mas vinagre que aceite, algunas veces se le ponía azúcar y se le servía con el asado de costilla de vaca, que al hacerse, su humo iba hasta la vecindad.” 
Daniel Schalvenzon explica en arqueología urbana, que el asado es rural o suburbano, no porteño y es muy posterior a la época colonial. El asado, con o sin cuero, surge en el campo. Los gauchos solían carnear un animal y colocarlo abierto y limpio de visceras, en un hierro en cruz, que luego clavaban en forma vertical en la tierra, donde ya ardían las brasas del fuego. Luego, comían sentados, valiéndose únicamente de su facón, para cortar en lonjas la carne  asada que devoraban sin más. Posteriormente a fines de siglo XIX, el gaucho trajo esa modalidad de cocción de la carne, del campo  a la gran ciudad.
Nos cuenta Parish en su libro  Buenos Aires y las Provincias.
…“Difícilmente se creerá que el agua es un articulo caro a cincuenta varas del Plata. Pero así sucede,  la que se saca de la mayor parte de los pozos es salobre y mala y no hay cisternas o fuentes públicas.
Los más pudientes hacen construir “aljibes” en el piso de los patios, en los que se recoge el agua de lluvia de las azoteas planas  de las casas, por medio de cañerías y en general se obtiene de este modo lo bastante para el consumo ordinario de la familia.
Pero las clases medias y bajas se ven obligadas a depender de un surtimiento mas escaso, que viene de los aguateros que se ven holgazanamente recorrer las calles con sus grandes pipas que llenan en el río,  sostenidas sobre las monstruosas ruedas de las carretas del país y tirada por yunta de bueyes.
Este armatoste pesado y costoso, que hace el agua cara, aún a un tiro de piedra del río más grande del mundo. Generalmente necesitaba que esté asentada por 24 hs para que precipiten todos los sedimentos cenagosos y se aclare para poder tomarla.
Otro método era  filtrarla en grandes tinajas de barro cocido.  Para mi propio uso, generalmente ponía un pedazo de alumbre en las tinajas de agua para purificarla.” 
Mabel Alicia Crego – Maestra Secretariaemail
Docente JIC 4 d.e. 6º

Fuentes de la recopilación histórica:
Historia gastronómica argentina” Víctor Ducrot
“Vida cotidiana en  Buenos Aires 1800-1860.”  Raquel Prestigiacomo y Fabián Ucello
“Buenos Aires desde su fundación hasta nuestros días”  de Manuel Bilbao
“El matadero” de Esteban Echeverría
“Buenos Aires Criolla 1820-1850”  de Luís Alberto Moreno
“Memorias” de Lucio Mansilla
“la Gran Aldea “  de Lucio V. López
“Recuerdos del Buenos Aires Virreinal” Mariquita Sánchez de Thompson.
“Buenos Aires y las Provincias de Parish.
“Cinco años en Buenos Aires 1820-1825”  Thomas Love.
Arqueología urbana- Documentación canal Encuentro     Daniel Schavelzon.
Foto: provista por la autora de la nota – plato de la época de la Revolución de Mayo, Excavación realizada por Daniel Schavelzon.

lunes, 25 de mayo de 2020

25 DE MAYO

Para conmemorar este día patrio les dejamos estas imágenes del Cabildo de hoy y de ayer




 Y AQUÍ 
👇👇👇

LES DEJAMOS UN VIDEO MUY INTERESANTE QUE NOS CUENTA MUCHO SOBRE ESTE EDIFICIO HISTÓRICO

👇👇👇



viernes, 22 de mayo de 2020

Semana de mayo

SEMANA DE MAYO


☺☺☺HOLA LECTORES☺☺☺


Se aproxima el 25 de mayo y nos pusimos a investigar usos y costumbres de la época cercana a 1810


Encontramos una nota muy interesante en la revista digital "Barriada": " Cómo y qué comían y bebían los porteños en 1810"


☺☺☺¡ Esperamos que les resulte interesante !☺☺☺

https://www.barriada.com.ar/como-y-que-comian-y-bebian-los-portenos/

Cómo y qué comían y bebían los porteños en 1810 por Mabel Crego

8965
plato de la epoca de la revolucion de Mayo, excavacion realizada por Daniel Schavelzon.En la vieja Buenos Aires no había una sola forma de comer. Las clases altas comían muy diferente de las clases bajas y tampoco se comía igual en la época del virreinato que después de la revolución de mayo.
Para principios de siglo XIX la fuerte influencia española se hacia sentir en las costumbres de la población de la pequeña aldea. Como dice el saber popular “somos lo que comemos”, la identidad argentina se va forjando también a través de su cocina.
Según Víctor Hugo Ducrot,  periodista y autor de varios libros sobre la historia gastronómica argentina, dice que ”nuestra cocina, es hija de la pobreza”.
En los pequeños centros urbanos, se comía  cotidianamente, “la olla podrida” (muchas veces la carne se hervía para quitarle el mal olor, producto de la falta de frío) lo que nosotros llamamos hoy “puchero”: una mezcla de carne  hervida (de vaca o ave) con choclo, zapallo, papa, cebolla, acelga y otras verduras de las quintas, que cultivaban los negros sirvientes, en el tercer patio  de las casas mas pudientes.
En las zonas más rurales, y hacia el norte, se consumía el locro, potaje compuesto por cebollas, maíz, zapallo, carne de cerdo, de vaca (o lo que hubiere) hervido a leña por largas horas, en marmitas de hierro.  También gustaban la carbonada y las sabrosas  empanadas, tucumanas o salteñas.
En la zona del norte andina, comían quinoa (cereal cultivado por el inca) maíz, papa, guisados con cabras, llama o guanaco (cuando no lo usaban para lana o carga). También vinos de Mendoza y San Juan, quesillos, aceitunas y frutas, brevas, pelones, duraznos orejones, peras sandías, amaranto, habas, cebada, y cordero, que si bien no eran productos típicos de la región, llegaron allí producto de los viajes y comercio  de los españoles.
En la zona mesopotámica  y litoral, la dieta era un poco mas variada incluía, pescados (dorado, surubí, pacú, corvina etc.) frutas subtropicales, (palmitos, guayaba, mamón), mandioca, cítricos,  maíz y carnes autóctonas (vizcachas, perdices, gallaretas, entre otras).  Y sobretodo, el uso de la yerba mate, bebida emblemática de los argentinos.
Tenemos que aclarar y esto es muy importante, que el comer y el beber en el Buenos Aires Virreinal dependía, en gran medida, de la clase social a la que se pertenecía.
Los pobladores negros (el bajo pueblo) que trabajaban en el Virreinato, sólo comían lo que los criollos descartaban,  cuenta Esteban Echeverría en “El matadero”:
…”Las negras llevaban arrastrando las entrañas de un animal, allá una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de repente sobre un charco de sangre, caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada presa. Acullá se veían  acurrucadas en hilera cuatrocientas negras destejiendo sobre las faldas el ovillo y arrancando uno a uno, los sebitos que el avaro cuchillo del carnicero, había dejado en la tripa,  como rezagos,   al paso que otras, vaciaban panzas y vejigas y las henchían de aire de sus pulmones, para depositar en ellas luego de secas, la achura” …
Estas esclavas negras acondicionaban estas achuras con sabores, garbanzos, habas,  porotos, ajos y cebollas  que cosechaban en las quintas, aromatizadas con romero, perejil, orégano y otras hierbas, surgiendo así el guiso de mondongo, chorizos, morcillas, salchichas, mollejas, etc. que cocinaban por largas horas en los fogones.
En las clases altas, Mariquita Sánchez de Thompson, en Recuerdos del Buenos Aires Virreinal nos cuenta que la gente de esa época vivía de modo muy sencillo:
…“En cada casa había uno o dos esclavos dedicados sólo a la cocina puesto que se los había enviado a aprender el oficio de cocinero a lo de monsieur Ramón. Esa casa no era una fonda, ni siquiera un comercio a la calle; allí preparaban comidas por encargo y servían en las casas si querían dar alguna cena o comida.  El traía todo lo preciso de su casa y criados para servir. En esta casa mandaban a aprender a los esclavos, le pagaban un tanto y él los tenía uno o dos años hasta entregarlos cocineros”…
José Antonio Wilde recuerda: …”que en el centro del comedor de su casa infantil, había una larga y angosta mesa de pino, muchas veces en lugar de sillas un par de bancos colocados a los costados y una silla en cada extremo de la cabecera, asiento de preferencia que se cedía al huésped. La mesa cubierta con un blanco mantel de algodón (algunos sostenían que debía estar manchado para que se reconociese que era un mantel) no había bandeja para el pan, ni salseras, ni lujosas vajillas. Solo un numero suficiente de platos el vino (carlon casi siempre) se ponía en la mesa en una botella negra y se tomaba en vaso”.
Pensemos porqué estas personas de inmensa riqueza en la época, no tenían un servicio de comedor a la medida de su  fortuna.
La razón es que el sistema monopólico del comercio colonial impedía la entrada de manufacturas no españolas y, si  llegaban, era sólo una  o dos veces al año, gracias a que algún navío oficial español tuviera autorización para bajar hasta el Río de la Plata, o bien haber recorrido por tierra el trayecto México-Buenos Aires y lograra ingresar por la aduana seca de Córdoba.
Habitualmente según decía la gente “lo mejor quedaba en el camino”. En el virreinato las industrias eran pocas  y pobres, sólo algunas prosperaban como la del vino y aguardiente de la zona de Cuyo y las tejedurías de mantas rusticas de Córdoba.
Mariquita cuenta… “La vida era muy triste y monótona. Con el dinero no se podía tener ni aún lo preciso, de modo que las gentes se veían en la necesidad de prestarse unos a otros. Es cierto que  había muchas piezas de plata labrada, pero esta era indispensable, porque la loza era muy cara y muy escasa. Aún en la casa del virrey, que aquí era un rey chiquito, el día que había una gran comida o recepción, venía el mayordomo con gran reserva, a las casas de las familias mas ricas a pedir muchas cosas”.
Las comidas se realizaban según un ritmo establecido, Mariquita habla del “general almuerzo” chocolate o café con leche con pan o tostadas  de manteca o bizcochos. Se comía a las doce en las casas pobres, a la una en las media fortuna y en las más ricas a las tres, luego la siesta y la cena a las diez u once de la noche.
Nos cuenta Thomas Love (inglés que vivió en Buenos Aires desde 1820 a 1825)  “Lo primero que toman es el mate, a menudo en la cama. A las ocho  ó nueve se sirve lo que nosotros llamaríamos breakfast, el almuerzo tiene lugar a las dos ó tres,  entre las seis y  las siete se toma mate, que suele ir seguido de una cena. La moda inglesa de almorzar a la una o las dos de la tarde y comer a las ocho  o nueve  de la noche, aún no impera en este continente”.
El motivo que se cenara tan temprano en las casas humildes se condice con la luz del día. La iluminación era escasa, solo tenían velas de sebo, estearina, o lámparas (quinqués) alimentadas con aceite.
Daniel Schávelzon, de arqueología urbana, ha excavado en antiguas casas del siglo XVIII y XIX, nos dice que una excavación muy importante, en San Isidro, fue en la Casa de Los Alfaro, donde descubrieron un pozo de basura de 7 mts. Allí encontraron distintos trozos de vajilla, pertenecientes a platos de la época colonial, donde se observa que a principios de siglo XVIII la vajilla era de mayólica gruesa de color marfil, hechas y decoradas a mano y difícil de reponer.
Para fines de siglo XVIII con la revolución industrial, comenzaron a llegar al Río de la Plata los platos de loza, más resistentes con tinte azulado y borde decorado. Pero no eran muy agradables y a partir de 1820 entraron los platos  blancos, decorados con floreados, en las mesas de clase alta de la ciudad.
Los vasos y copas eran de vidrio grueso y, generalmente, de segunda categoría (inaceptables en las mesas de Europa). También encontraron unas vasijas, características del siglo XVIII, de cerámica cocida, color marrón que llamaban “escudillas”, traídas por las carretas desde Mendoza, que se usaban entre las piernas, no sobre la mesa, y se utilizaban como recipientes para la comida. Estos elementos eran usados por las clases más humildes o en los suburbios.  No se comía con cuchillo y tenedor, solo con cucharas y bebían todos los comensales de un mismo vaso.
No era costumbre cocinar los postres en las casas, para eso se recurría a los negros o negras pasteleras, que iban de casa en casa con su canasta llena de pasteles, cubiertos con una tela de algodón.
Habitualmente se comía frutas de estación, membrillos de Mendoza, arroz con leche y canela, dulce de tomate, batata y zapallo y yema quemada. Se bebía arrope diluido en agua, como si fuera vino.
Nos cuenta Lucio Mansilla, “Las pocas veces que hacían postres en las casas eran frituras de papa con huevo y harina espolvoreados con azúcar molida, salvo en los veranos cuando caía granizo, ese era un momento esperado por todos los niños.  El asunto tenía magia  y llevaba varios pasos. Primero la diversión de salir corriendo por el patio a juntar todo el granizo que fuera posible y llevarlo de prisa antes que se derritiera hasta la cocina. Allí había un cilindro de madera que tenía adentro otro mas pequeño de metal en el cual se había colocado leche crema batida con huevos, azúcar vainilla y cacao.
En el cilindro mas grande se colocaba el granizo, de manera tal que cuando se girara violentamente la manija exterior del aparato, el cilindro pequeño girara al tiempo que se enfriara y transformase la crema, en una sustancia muy fría que la gente de la época llamaba “helado” y era justo que así lo hicieran porque mas frío que el granizo no había nada, en el tórrido verano de la vieja Buenos Aires”. 
En  su libro Buenos Aires en los siglos XVIII y XIX. Manuel Bilbao nos dice: …“Antes de 1850 el vino que se bebía en el país era malo, era una especie de mistol de arrope diluido en agua, pero se conocía el buen vino tinto español, el carlon, el priorato, el oporto y el jerez. Los pulperos (españoles insulares que pertenecían a la clase media)  vendían  aguardiente, ginebra y caña.
También se consumía “la vinagrada” que se tomaba en el café De la Victoria, ó el de Malcos, frente a la iglesia del colegio.
La cocina criolla de nuestros abuelos no tenía los recursos  de la culinaria moderna, sin embargo la gente era mas sana. Los platos predilectos eran,  el puchero con garbanzos, tomate, humita en chala sábalo de río, la carbonada, el pastel de fuente con recoldo de pichones, los pastelitos fritos. Las ensaladas tenían mas vinagre que aceite, algunas veces se le ponía azúcar y se le servía con el asado de costilla de vaca, que al hacerse, su humo iba hasta la vecindad.” 
Daniel Schalvenzon explica en arqueología urbana, que el asado es rural o suburbano, no porteño y es muy posterior a la época colonial. El asado, con o sin cuero, surge en el campo. Los gauchos solían carnear un animal y colocarlo abierto y limpio de visceras, en un hierro en cruz, que luego clavaban en forma vertical en la tierra, donde ya ardían las brasas del fuego. Luego, comían sentados, valiéndose únicamente de su facón, para cortar en lonjas la carne  asada que devoraban sin más. Posteriormente a fines de siglo XIX, el gaucho trajo esa modalidad de cocción de la carne, del campo  a la gran ciudad.
Nos cuenta Parish en su libro  Buenos Aires y las Provincias.
…“Difícilmente se creerá que el agua es un articulo caro a cincuenta varas del Plata. Pero así sucede,  la que se saca de la mayor parte de los pozos es salobre y mala y no hay cisternas o fuentes públicas.
Los más pudientes hacen construir “aljibes” en el piso de los patios, en los que se recoge el agua de lluvia de las azoteas planas  de las casas, por medio de cañerías y en general se obtiene de este modo lo bastante para el consumo ordinario de la familia.
Pero las clases medias y bajas se ven obligadas a depender de un surtimiento mas escaso, que viene de los aguateros que se ven holgazanamente recorrer las calles con sus grandes pipas que llenan en el río,  sostenidas sobre las monstruosas ruedas de las carretas del país y tirada por yunta de bueyes.
Este armatoste pesado y costoso, que hace el agua cara, aún a un tiro de piedra del río más grande del mundo. Generalmente necesitaba que esté asentada por 24 hs para que precipiten todos los sedimentos cenagosos y se aclare para poder tomarla.
Otro método era  filtrarla en grandes tinajas de barro cocido.  Para mi propio uso, generalmente ponía un pedazo de alumbre en las tinajas de agua para purificarla.” 
Mabel Alicia Crego – Maestra Secretariaemail
Docente JIC 4 d.e. 6º

Fuentes de la recopilación histórica:
“Historia gastronómica argentina” Víctor Ducrot
“Vida cotidiana en  Buenos Aires 1800-1860.”  Raquel Prestigiacomo y Fabián Ucello
“Buenos Aires desde su fundación hasta nuestros días”  de Manuel Bilbao
“El matadero” de Esteban Echeverría
“Buenos Aires Criolla 1820-1850”  de Luís Alberto Moreno
“Memorias” de Lucio Mansilla
“la Gran Aldea “  de Lucio V. López
“Recuerdos del Buenos Aires Virreinal” Mariquita Sánchez de Thompson.
“Buenos Aires y las Provincias de Parish.
“Cinco años en Buenos Aires 1820-1825”  Thomas Love.
Arqueología urbana- Documentación canal Encuentro     Daniel Schavelzon.
Foto: provista por la autora de la nota – plato de la epoca de la revolucion de Mayo, excavacion realizada por Daniel Schavelzon.
(Visited 2.780 times, 288 visits today)

lunes, 20 de mayo de 2013

El 25 de Mayo como si fuera hoy. Educ.ar (Video)


La Semana de Mayo de 1810. Felipe Pigna.


Viernes 18

El 14 de mayo de 1810 había llegado a Buenos Aires la fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirman los rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español.

El viernes 18 el virrey Cisneros hizo publicar lee por los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía leer ni escribir) una proclama que comenzaba diciendo: "A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires." El virrey advertía que "en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno" él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando. Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extraña y, finalmente prevenía al pueblo sobre "los genios inquietantes y malignos que procuran crear divisiones". A medida que los porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo hablaba de política y hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato.

La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo había nombrado virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba claramente cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables para la acción de los patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en forma secreta en la en la jabonería de Vieytes. La misma noche del 18 los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba el virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.

Sábado 19

Las reuniones continuaron hasta la madrugada del Sábado 19 y sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.

Domingo 20

El domingo 20 el virrey Cisneros reunió a los jefes militares y les pidió su apoyo ante una posible rebelión, pero todos se rehusaron a brindárselo. Por la noche Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey dijo que era una insolencia y un atrevimiento y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó "Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran" y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo. En el "Café de los Catalanes y en "La Fonda de las Naciones", los criollos discutían sobre las mejores estrategias para pasar a la acción

Lunes 21

A las nueve de la mañana se reunió el Cabildo como todos los días para tratar los temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos los cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales que llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la "Legión Infernal" y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud. El síndico Leiva sale al balcón y anuncia formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día siguiente. Pero los "infernales" no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.

Martes 22

Ya desde temprano fueron llegando los "cabildantes". De los 450 invitados sólo concurrieron 251. También estaba presente una "barra" entusiasta. En la plaza French, Beruti y los infernales esperan las novedades. La cosa se fue calentando hasta que empezaron los discursos, que durarán unas cuatro horas, sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Comenzó hablando el Obispo Lué diciendo que mientras hubiera un español en América, los americanos le deberían obediencia. Le salió al cruce Juan José Castelli contestándole que habiendo caducado el poder real, la soberanía debía volver al pueblo que podía formar juntas de gobierno tanto en España como en América. El Fiscal de la Audiencia, Manuel Villota señaló que para poder tomar cualquier determinación había que consultar al resto del virreinato. Villota trataba de ganar tiempo, confiando en que el interior sería favorable a la permanencia del virrey. Juan José Paso le dijo que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente una junta de gobierno.

Casi todos aprobaban la destitución del virrey pero no se ponían de acuerdo en quien debía asumir el poder y por qué medios. Castelli propuso que fuera el pueblo a través del voto el que eligiese una junta de gobierno; mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en que los miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al virrey.

"Modales"

El debate del 22 fue muy acalorado y despertó las pasiones de ambos bandos. El coronel Francisco Orduña, partidario del virrey, contará horrorizado que mientras hablaba fue tratado de loco por no participar de las ideas revolucionarias "... mientras que a los que no votaban contra el jefe (Cisneros), se les escupía, se les mofaba, se les insultaba y se les chiflaba."

Miércoles 23 

Por la mañana se reunió el Cabildo para contar los votos emitidos el día anterior y emite un documento: "hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de ella que el Excmo. Señor Virrey debe cesar en el mando y recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo (...) hasta la erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime conveniente. El síndico Leiva, adicto al virrey prepara una maniobra: nombrar una Junta presidida por Cisneros.

Jueves 24 

Se confirmaron las versiones: el Cabildo designó efectivamente una junta de gobierno presidida por el virrey e integrada por cuatro vocales: los españoles Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, burlando absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta Muchos como el coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en sus memorias "En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: "Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas."

Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.

Así recuerda Cisneros sus últimas horas en el poder:

"En aquella misma noche, al celebrarse la primera sesión o acta del Gobierno, se me informó por alguno de los vocales que alguna parte del pueblo no estaba satisfecho con que yo obtuviese el mando de las armas, que pedía mi absoluta separación y que todavía permanecía en el peligro de conmoción, como que en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos, y esto era lo que llamaban pueblo, (..). Yo no consentí que el gobierno de las armas se entregase como se solicitaba al teniente coronel de Milicias Urbanas Don Cornelio de Saavedra, arrebatándose de las manos de un general que en todo tiempo las habría conservado y defendido con honor y quien V.M las había confiado como a su virrey y capitán general de estas provincias, y antes de condescender con semejante pretensión, convine con todos los vocales en renunciar los empleos y que el cabildo proveyese de gobierno." 

El 25 de mayo de 1810 

Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 amaneció lluvioso y frío. Pero la "sensación térmica" de la gente era otra . Grupos de vecinos y milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando frente al cabildo a la espera de definiciones. Algunos llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios habían usado durante las invasiones inglesas.

Pasaban las horas, hacía frío, llovía y continuaban las discusiones. El cabildo había convocado a los jefes militares y estos le hicieron saber al cuerpo a través de Saavedra que no podían mantener en el poder a la Junta del 24 porque corrían riesgos personales porque sus tropas no les responderían. La mayoría de la gente se fue yendo a sus casas y el síndico del Cabildo salió al balcón y preguntó "¿Dónde está el pueblo?". En esos momentos Antonio Luis Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos infernales y dijo "Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada." Poco después se anunció finalmente que se había formado una nueva junta de gobierno .El presidente era Cornelio Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, eran sus secretarios; fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu. Comenzaba una nueva etapa de nuestra historia.

La Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias "Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos."

Para algunos era sólo una estrategia a la que llamaron la "máscara de Fernando", es decir, decían que gobernaban en nombre de Fernando pero en realidad querían declarar la independencia. Pensaban que todavía no había llegado el momento y no se sentían con la fuerza suficiente para dar ese paso tan importante. La máscara de Fernando se mantendrá hasta el 9 de julio de 1816.

Pero los españoles no se creyeron lo de la máscara o el manto de Fernando y se resistieron a aceptar la nueva situación.

En Buenos Aires el ex virrey Cisneros y los miembros de la Audiencia trataron de huir a Montevideo y unirse a Elío (que no acataba la autoridad de Buenos Aires y logrará ser nombrado virrey), pero fueron arrestados y enviados a España en un buque inglés. 
Autor: Felipe Pigna.
Fuente: elhistoriador.com.ar