Esta Biblioteca pertenece a la Escuela 8 D.E 8 "Antonio Schettino", de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. ¡Bienvenidos a nuestro Blog!
Mostrando entradas con la etiqueta PROYECTO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta PROYECTO. Mostrar todas las entradas
martes, 20 de diciembre de 2016
2016- PARLAMENTO DE LA NATURALEZA. Comentarios de Flora Perelman, Karina Kandel y Mirta Torres
Estimada Diana y organizadoras del Parlamento de la Naturaleza:
La realización de tamaño encuentro pone en evidencia una vez más la importancia que
tiene la escuela en la formación de ciudadanos críticos y participativos. Sabemos del
profundo recorrido que estos alumnos y docentes tuvieron que transitar para llegar a
exponer sus ideas y argumentarlas, así como para estar preparados para interrogarse
ante las explicaciones de los demás.
Un placer escucharlos y un enorme abrazo por sostener este proyecto tan central para
nuestros alumnos. Gracias por compartirlo.
Flora Perelman Escuela de Maestros – Prácticas del lenguaje
Diana y colegas:
Gracias por compartir este proceso con nosotros. El compromiso de las
escuelas, sus equipos y sus niños se ve reflejado incluso, en los ojos y
expresiones de todos los actores. Hace unas semanas, un maestro y sus
alumnos, compartieron conmigo su experiencia con mucho entusiasmo. Fue
un placer volver a escuchar sus argumentos y experiencia.
¡Felicitaciones!
Carina, dispuesta a acompañarlos en nuevos desafíos.
Karina Kandel - Escuela de Maestros - Cs. Naturales
Diana y demás compañeras
¡Qué seriedad en la participación de los chicos! ¡Qué buen ambiente, cómo se comprometen!
Felicitaciones a todos/as
Mirta Torres DEP- Asesoría Prácticas del Lenguaje
Parlamento de la Naturaleza Investigación – Argumentación – Participación Ciudadana. 1, 24 y 25 de octubre de 2016, Buenos Aires, Argentina. DISTRITO 7º Y 8º
Agradecimientos:
+ A los Coordinadores de Ciclo, Maestros de Grado, Maestros Bibliotecarios y Maestros Curriculares que se han comprometido con este proyecto.
+ Autoridades y personal del Centro Cultural Adán Buenosayres por su valiosa colaboración al brindarnos sus instalaciones y apoyo técnico.
+ Lic. Marcela Leal, Directora de la carrera de Nutrición de la U. Maimónides y equipo de profesionales, por la capacitación a nuestros docentes y su apoyo al desarrollo de este proyecto educativo.
+ Prof. Paola Guglietti: ilustraciones de invitación, programa y pin.
+ Prof. Ana Clara Genta: diseño de invitaciones y programas.
Equipo de capacitadores / organizadores. Directores de escuelas:
Ciencias Naturales: Esc. 14/7: Prof. Marcela Malagreca. Esc. 25/7: Prof. Myriam Simonelli. Esc. 1/8: Prof. Patricia Martínez. Esc: 3/8: Prof. Salvador Franco. Esc. 16/8: Prof. Ana Iraeta.
Prácticas del Lenguaje: Esc. 5/7: Teresita Barreiros. Esc. 13/7: Verónica Illuzzi. Esc. 16/7: Marcela Soler. Esc. 2/8: Prof. Alejandra Varela. Esc. 6/8: Prof. Silvia Murray. Esc. 8/8: Prof. Marcela Sacco.
Equipo de Supervisión Distrito Escolar 8º.
DISTRITO ESCOLAR 8º
https://docs.google.com/presentation/d/1aIalDxlxcJ8io3elGtBHirJsCf1DgmWnBeNKX8aymjk/edit?usp=sharing
DISTRITO ESCOLAR 7º
https://docs.google.com/presentation/d/1Xux9iWfxv9OKno7IQvMurR01BxhIeJJJqI7lgk8dNKI/edit?usp=sharing
miércoles, 26 de octubre de 2016
viernes, 30 de septiembre de 2016
viernes, 2 de septiembre de 2016
LECTURAS Y LIBROS: COMPARTIENDO LECTURAS. EL PODER DE LA LECTURA LITERARIA 6º LEE A 3º, AÑO 2010 (1)
LA LECTURA DE LITERATURA Y COMPARTIR LECTURAS PERMITE A LOS NIÑOS DESARROLLAR TANTO LA IMAGINACIÓN COMO LA SOCIALIZACIÓN, EL COMPROMISO, LA COMPRENSIÓN DEL OTRO Y TANTAS COSAS MÁS… QUE PERDURAN EN LOS CHICOS DURANTE TODA SU VIDA.
martes, 30 de agosto de 2016
2016- Proyecto Parlamento de la naturaleza. Materiales para investigar
BIBLIOGRAFÍA PARA INVESTIGAR
-
ALIMENTACIÓN SALUDABLE
ARGENTINA.
MINISTERIO DE SALUD
- Consejos para la alimentación durante la edad escolar
http://www.who.int/foodsafety/consumer/3x5_SA_sp.pdf?ua=1
- Guía para los viajeros sobre la inocuidad de los alimentos
Cómo evitar las enfermedades causadas por alimentos y
bebidas insalubres, y qué hacer si tiene diarrea
http://www.who.int/foodsafety/publications/consumer/travellers_sp.pdf?ua=1
- DIETAS
- DIETA
MEDITERRÁNEA
-
VEGETARIANA
- LACTO-OVO-VEGETARIANA,
DIETA
- ORTOREXIA
- MACROBIÓTICA
- DIABETES
- CELIAQUÍA
- EDUC.AR. ESPECIAL CELÍACOS
- DIETAS
- COMIDAS
REGIONALES
- MANIPULACIÓN DE ALIMENTOS
- BUENOS AIRES MARKET
- Ferias Itinerantes de Abastecimiento Barrial
- FERIA
MASTICAR
- CÓDIGO
ALIMENTARIO ARGENTINO
NOTA: LISTADO NO EXHAUSTIVO
viernes, 24 de junio de 2016
Cuentos del árbol: Irulana y el Ogronte - Canal Pakapaka (VIDEO y texto completo)
PROYECTO LITERARIO CON 2º GRADO
Irulana y el Ogronte (TEXTO COMPLETO)
Aviso que este es un cuento de miedo: trata de un pueblo, de un ogronte y de una nena. El ogronte no tenía nombre, pero la nena, sí: algunos la llamaban Irenita, y yo la llamo a mi modo: Irulana.
Conviene empezar por el ogronte, porque es lo más grande, lo más peludo y lo más peligroso de esta historia.
No todos los pueblos tienen un ogronte. Pero algunos tienen, y éste tenía.
Cuando se terminaba la tarde y el sol se ponía rojo (porque en los cuentos también se ponen rojos los soles), la cabeza peluda del ogronte brillaba como la melena de un león inmenso. Y la gente del pueblo sentía mucho miedo.
La gente, en cuanto se despertaba a la mañana, pensaba: ¿Cómo habrá amanecido el ogronte hoy?
Era importante saber cómo había amanecido el ogronte. Por ejemplo, si el ogronte estaba resfriado, había que reforzar las puertas y las ventanas para que no se abrieran de golpe con los estornudos. Y no se podía sacar a pasear a los perros demasiado chiquitos porque podían rodar calle abajo y volarse hasta la orilla del río.
En cambio, si el ogronte se ponía a picar cebolla (las cebollas crudas y las nubes del amanecer bien cocidas son las comidas preferidas de la mayor parte de los ogrontes), había que salir con botas, y hasta con botes llegado el caso.
Si estaba contento y carcajeaba, había que guardar los floreros en los roperos para que no se cayeran al suelo con los temblores.
Si se ponía a cantar, había que envolver con trapos los espejos.
Y si estaba enojado… Bueno, todos cuidaban mucho que el ogronte no se enojara.
Siempre le decían: “Buenos días, señor Ogronte” y “Buenos noches, señor Ogronte”, con muchísimo respeto. Y todas las tardes iban hasta el pie de la montaña y le dejaban canastos repletos de cebolla, vacas muy gordas y flores de colores raros. Y le hacían una gran torta para el día de su cumpleaños. Y le cantaban canciones para que durmiese. Todo para que no se enojase. Pero igual un día el ogronte se enojó.
Se enojó porque sí (¡vaya uno a saber por qué se enojan los ogrontes!).
Se notó que se había enojado porque empezó a gritar y a rugir y a mover los brazos en el aire como un molino. Y porque sus dientes enormes (no se imaginan ustedes lo enormes y lo filosos que son los dientes de los ogrontes enojados) brillaban más que su melena del atardecer.
El pueblo entero se arrugó de miedo.
De miedo a que lo comieran. Porque ya se sabe que los ogrontes, cuando se enojan, se comen pueblos enteros, con sus casas, sus personas, sus calles y sus kioscos. Y sus perros. Y las petunias de sus jardines. Y sus tarros de galletitas. Y sus boletos capicúa. Y sus estaciones, con trenes y todo.
La gente salió corriendo. Algunos iban con las orejas tapadas (taparse las orejas no protegía del enojo del ogronte, pero al menos ayudaba a que sus rugidos molestasen menos).
Pero yo dije al principio que éste era el cuento de un pueblo, de un ogronte y de una nena. Ahí está la nena – ¿la ven? – es esa de rulitos en la cabeza: Irulana. Es la única que no corre.
A mí no me pregunten por qué no corrió Irulana. Vaya uno a saber por qué no salen corriendo las Irulanas cuando vienen los ogrontes. Los que contamos los cuentos no tenemos por qué saberlo todo.
Yo lo único que sé es que Irulana no corrió sino que se sentó a esperar en un banquito.
Tal vez era muy valiente.
Tal vez era un poco chiquita.
Tal vez estaba demasiado cansada.
Se sentó en un banquito verde en una calle vacía (todas las calles estaban vacías en ese pueblo).
Cuando se terminó la tarde y el sol se puso rojo, la cabeza peluda del ogronte brilló más que nunca. Los dientes brillaron más todavía, y rugidos enormes sacudieron el suelo.
Irulana tuvo miedo. Y más miedo tuvo cuando vio que el ogronte se empezaba a mover.
"Ahora viene y se come al pueblo", pensó Irulana.
Y, efectivamente (no se olviden de que yo avisé que éste era un cuento de miedo): en cuanto llegó la tarde el ogronte empezó a comerse el pueblo. (Ya sé que esto es terrible, pero qué se le va a hacer, así son los ogrontes).
Empezó por el ferrocarril: enroscaba las vías en un dedo y después las sorbía como si fueran tallarines.
Masticaba las casas como si fueran turrón. Y de tanto en tanto les daba un mordisquito a dos o tres árboles que había arrancado de raíz y que llevaba como un manojo de apio en la mano.
(Miren: acá la dibujante se asustó tanto que dejó el dibujo sin terminar y salió corriendo)
Fue haciendo arrolladitos con las calles y se las masticó despacio. La plaza la dobló en cuatro como un panqueque y se la comió con gusto (seguramente era dulce). Si alguna petunia se le escapaba de la boca la empujaba con el dedo hacia adentro.
Y comió y comió. Se lo comió todo (tengan en cuenta que los ogrontes son muy grandes y este era un pueblo chico).
Bueno, ahora el que se achicó es el cuento, porque empezó con un pueblo, una nena y un ogronte, y ahora ya no hay más pueblo. No hay nada más que una nena y un ogronte.
Y nada pero nada más.
Nada de nada: ni un arbolito, ni una petunia, ni un vestidito de muñeca, ni un colador de té, ni una polilla, ni la pelusa de un bolsillo. Nada más que Irulana en su banquito y un ogronte enorme que –aunque ustedes no lo vean porque el dibujo se terminó antes- está bostezando.
Está bostezando porque a ese ogronte, siempre que se comía un pueblo entero, le venía el sueño.
Pero Irulana no sabe que el ogronte bosteza. Tiene tanto miedo que cerró los ojos.
El ogronte da uno, dos, tres pasos más (y los pasos de los ogrontes llevan muy lejos) y, justo justo cuando está por descubrirla a Irulana en su banquito, se queda dormido. (Acá en esta página está todo un poco movido porque el ogronte se quedó dormido de golpe y cayó al suelo haciendo mucho ruido.)
Ahí fue cuando Irulana abrió los ojos y lo vio. Parecía una montaña, pero seguramente era un ogronte porque las montañas no usan botas lustrosas ni cinturones de cuero. Y roncaba, además, como sólo roncan los ogrontes.
Irulana era una nena valiente, pero también era chiquita, y se sentía sola. Cualquiera se sentiría solo en el lugar de Irulana. No tenía nada en el mundo. Nada más que un ogronte dormido y un banquito verde. Y eso no es nada. Es muy poquito.
Sobre todo cuando el aire se pone negro y se viene la noche oscura.
Oscura pero oscura oscura, oscurísima y oscura. La luna no había salido todavía y las estrellas estaban demasiado lejos.
Esta página de acá está toda oscura y toda vacía. Así de oscuro y de vacío estaba el mundo.
Entonces Irulana se puso de pie en su banquito, que, como estaba tan negro todo, ni siquiera era un banquito verde, y gritó bien pero bien fuerte, lo más fuerte que pudo gritar: ¡IRULANA!
Eso gritó. Una sola vez. Y, aunque Irulana tenía una voz chiquita, el nombre resonó muy fuerte en medio de lo oscuro.
Y el nombre creció y creció. La i, por ejemplo, tan flaquita que parecía se estiró muchísimo (no se quebró, porque era un i muy fuerte), y se convirtió en un hilo largo y fino que se enroscó alrededor del ogronte, de la cabeza del ogronte, de los pies del ogronte, de las manos del ogronte, de la panza inmensa donde estaba todo el pueblo.
Y la r se quedó sola en el aire, rugiendo de rabia, porque las r rugen muy bien, mejor que nadie.
Y la u se hundió en la tierra y cavó un pozo profundo, el más profundo del mundo.
Y entonces la r, que rugía como una mariposa furiosa, hizo rodar el ogronte hasta el fondo de la tierra.
En una de esas ustedes ponen cara de "no puede ser", y se ríen y dicen que una palabra no puede hacer esas cosas. Y yo digo que sí puede. Prueben, si no, de decir una palabra importante, una sola, en medio de la noche oscura y al lado de un ogronte…
La "lana" de Irulana se hizo un ovillo redondo y voló al cielo para tejer una luna. Hizo bien, porque entre una lana y una luna no hay tanta diferencia. Entonces la noche se iluminó.
Aquí está, toda iluminada. Ahora sí se puede ver bien lo que pasa en este cuento. Hay un ogronte enterrado en un pozo muy profundo, tan profundo que casi ni se ve que lo ataron como un matambre. Y hay una nena chiquita que mira la luna llena desde arriba de un banquito.
Parece que no hubiera nada más pero, si miran bien, allá lejos, en el fondo de la hoja, hay un montón de gente que vuelve. Si acercan la oreja al papel, tal vez oigan la música. Porque traen guitarras, violines y panderetas. Vienen a fundar un pueblo.
Y este cuento se termina más o menos como empieza: "había una vez un pueblo y una nena.
Ogronte, en cambio, no había (algunos pueblos tienen ogronte, pero éste no tenía)…” Es un cuento un poco igual y un poco diferente.
Eso sí, seguro que no es de miedo.
Aviso que este es un cuento de miedo: trata de un pueblo, de un ogronte y de una nena. El ogronte no tenía nombre, pero la nena, sí: algunos la llamaban Irenita, y yo la llamo a mi modo: Irulana.
Conviene empezar por el ogronte, porque es lo más grande, lo más peludo y lo más peligroso de esta historia.
No todos los pueblos tienen un ogronte. Pero algunos tienen, y éste tenía.
Cuando se terminaba la tarde y el sol se ponía rojo (porque en los cuentos también se ponen rojos los soles), la cabeza peluda del ogronte brillaba como la melena de un león inmenso. Y la gente del pueblo sentía mucho miedo.
La gente, en cuanto se despertaba a la mañana, pensaba: ¿Cómo habrá amanecido el ogronte hoy?
Era importante saber cómo había amanecido el ogronte. Por ejemplo, si el ogronte estaba resfriado, había que reforzar las puertas y las ventanas para que no se abrieran de golpe con los estornudos. Y no se podía sacar a pasear a los perros demasiado chiquitos porque podían rodar calle abajo y volarse hasta la orilla del río.
En cambio, si el ogronte se ponía a picar cebolla (las cebollas crudas y las nubes del amanecer bien cocidas son las comidas preferidas de la mayor parte de los ogrontes), había que salir con botas, y hasta con botes llegado el caso.
Si estaba contento y carcajeaba, había que guardar los floreros en los roperos para que no se cayeran al suelo con los temblores.
Si se ponía a cantar, había que envolver con trapos los espejos.
Y si estaba enojado… Bueno, todos cuidaban mucho que el ogronte no se enojara.
Siempre le decían: “Buenos días, señor Ogronte” y “Buenos noches, señor Ogronte”, con muchísimo respeto. Y todas las tardes iban hasta el pie de la montaña y le dejaban canastos repletos de cebolla, vacas muy gordas y flores de colores raros. Y le hacían una gran torta para el día de su cumpleaños. Y le cantaban canciones para que durmiese. Todo para que no se enojase. Pero igual un día el ogronte se enojó.
Se enojó porque sí (¡vaya uno a saber por qué se enojan los ogrontes!).
Se notó que se había enojado porque empezó a gritar y a rugir y a mover los brazos en el aire como un molino. Y porque sus dientes enormes (no se imaginan ustedes lo enormes y lo filosos que son los dientes de los ogrontes enojados) brillaban más que su melena del atardecer.
El pueblo entero se arrugó de miedo.
De miedo a que lo comieran. Porque ya se sabe que los ogrontes, cuando se enojan, se comen pueblos enteros, con sus casas, sus personas, sus calles y sus kioscos. Y sus perros. Y las petunias de sus jardines. Y sus tarros de galletitas. Y sus boletos capicúa. Y sus estaciones, con trenes y todo.
La gente salió corriendo. Algunos iban con las orejas tapadas (taparse las orejas no protegía del enojo del ogronte, pero al menos ayudaba a que sus rugidos molestasen menos).
Pero yo dije al principio que éste era el cuento de un pueblo, de un ogronte y de una nena. Ahí está la nena – ¿la ven? – es esa de rulitos en la cabeza: Irulana. Es la única que no corre.
A mí no me pregunten por qué no corrió Irulana. Vaya uno a saber por qué no salen corriendo las Irulanas cuando vienen los ogrontes. Los que contamos los cuentos no tenemos por qué saberlo todo.
Yo lo único que sé es que Irulana no corrió sino que se sentó a esperar en un banquito.
Tal vez era muy valiente.
Tal vez era un poco chiquita.
Tal vez estaba demasiado cansada.
Se sentó en un banquito verde en una calle vacía (todas las calles estaban vacías en ese pueblo).
Cuando se terminó la tarde y el sol se puso rojo, la cabeza peluda del ogronte brilló más que nunca. Los dientes brillaron más todavía, y rugidos enormes sacudieron el suelo.
Irulana tuvo miedo. Y más miedo tuvo cuando vio que el ogronte se empezaba a mover.
"Ahora viene y se come al pueblo", pensó Irulana.
Y, efectivamente (no se olviden de que yo avisé que éste era un cuento de miedo): en cuanto llegó la tarde el ogronte empezó a comerse el pueblo. (Ya sé que esto es terrible, pero qué se le va a hacer, así son los ogrontes).
Empezó por el ferrocarril: enroscaba las vías en un dedo y después las sorbía como si fueran tallarines.
Masticaba las casas como si fueran turrón. Y de tanto en tanto les daba un mordisquito a dos o tres árboles que había arrancado de raíz y que llevaba como un manojo de apio en la mano.
(Miren: acá la dibujante se asustó tanto que dejó el dibujo sin terminar y salió corriendo)
Fue haciendo arrolladitos con las calles y se las masticó despacio. La plaza la dobló en cuatro como un panqueque y se la comió con gusto (seguramente era dulce). Si alguna petunia se le escapaba de la boca la empujaba con el dedo hacia adentro.
Y comió y comió. Se lo comió todo (tengan en cuenta que los ogrontes son muy grandes y este era un pueblo chico).
Bueno, ahora el que se achicó es el cuento, porque empezó con un pueblo, una nena y un ogronte, y ahora ya no hay más pueblo. No hay nada más que una nena y un ogronte.
Y nada pero nada más.
Nada de nada: ni un arbolito, ni una petunia, ni un vestidito de muñeca, ni un colador de té, ni una polilla, ni la pelusa de un bolsillo. Nada más que Irulana en su banquito y un ogronte enorme que –aunque ustedes no lo vean porque el dibujo se terminó antes- está bostezando.
Está bostezando porque a ese ogronte, siempre que se comía un pueblo entero, le venía el sueño.
Pero Irulana no sabe que el ogronte bosteza. Tiene tanto miedo que cerró los ojos.
El ogronte da uno, dos, tres pasos más (y los pasos de los ogrontes llevan muy lejos) y, justo justo cuando está por descubrirla a Irulana en su banquito, se queda dormido. (Acá en esta página está todo un poco movido porque el ogronte se quedó dormido de golpe y cayó al suelo haciendo mucho ruido.)
Ahí fue cuando Irulana abrió los ojos y lo vio. Parecía una montaña, pero seguramente era un ogronte porque las montañas no usan botas lustrosas ni cinturones de cuero. Y roncaba, además, como sólo roncan los ogrontes.
Irulana era una nena valiente, pero también era chiquita, y se sentía sola. Cualquiera se sentiría solo en el lugar de Irulana. No tenía nada en el mundo. Nada más que un ogronte dormido y un banquito verde. Y eso no es nada. Es muy poquito.
Sobre todo cuando el aire se pone negro y se viene la noche oscura.
Oscura pero oscura oscura, oscurísima y oscura. La luna no había salido todavía y las estrellas estaban demasiado lejos.
Esta página de acá está toda oscura y toda vacía. Así de oscuro y de vacío estaba el mundo.
Entonces Irulana se puso de pie en su banquito, que, como estaba tan negro todo, ni siquiera era un banquito verde, y gritó bien pero bien fuerte, lo más fuerte que pudo gritar: ¡IRULANA!
Eso gritó. Una sola vez. Y, aunque Irulana tenía una voz chiquita, el nombre resonó muy fuerte en medio de lo oscuro.
Y el nombre creció y creció. La i, por ejemplo, tan flaquita que parecía se estiró muchísimo (no se quebró, porque era un i muy fuerte), y se convirtió en un hilo largo y fino que se enroscó alrededor del ogronte, de la cabeza del ogronte, de los pies del ogronte, de las manos del ogronte, de la panza inmensa donde estaba todo el pueblo.
Y la r se quedó sola en el aire, rugiendo de rabia, porque las r rugen muy bien, mejor que nadie.
Y la u se hundió en la tierra y cavó un pozo profundo, el más profundo del mundo.
Y entonces la r, que rugía como una mariposa furiosa, hizo rodar el ogronte hasta el fondo de la tierra.
En una de esas ustedes ponen cara de "no puede ser", y se ríen y dicen que una palabra no puede hacer esas cosas. Y yo digo que sí puede. Prueben, si no, de decir una palabra importante, una sola, en medio de la noche oscura y al lado de un ogronte…
La "lana" de Irulana se hizo un ovillo redondo y voló al cielo para tejer una luna. Hizo bien, porque entre una lana y una luna no hay tanta diferencia. Entonces la noche se iluminó.
Aquí está, toda iluminada. Ahora sí se puede ver bien lo que pasa en este cuento. Hay un ogronte enterrado en un pozo muy profundo, tan profundo que casi ni se ve que lo ataron como un matambre. Y hay una nena chiquita que mira la luna llena desde arriba de un banquito.
Parece que no hubiera nada más pero, si miran bien, allá lejos, en el fondo de la hoja, hay un montón de gente que vuelve. Si acercan la oreja al papel, tal vez oigan la música. Porque traen guitarras, violines y panderetas. Vienen a fundar un pueblo.
Y este cuento se termina más o menos como empieza: "había una vez un pueblo y una nena.
Ogronte, en cambio, no había (algunos pueblos tienen ogronte, pero éste no tenía)…” Es un cuento un poco igual y un poco diferente.
Eso sí, seguro que no es de miedo.
FIN
Etiquetas:
AUDIOVIDEOTECA,
AUTOR,
AUTOR: MONTES Graciela,
LITERATURA,
LITERATURA Cuentos,
PROYECTO,
PROYECTOS 2016,
TRABAJOS ALUMNOS 2016
2016-4ºA-PROMESA DE LEALTAD A LA BANDERA-Entrada al Salón de Actos
jueves, 23 de junio de 2016
2016-Proyecto 1º B "Anthony Browne" Libros del autor que leemos
El túnel

Reseña
Había una vez un hermano y una hermana que no se parecían en nada. La hermana se quedaba en casa, leía y soñaba. El hermano jugaba afuera con sus amigos: reía y gritaba, pateaba y lanzaba la pelota, brincaba y retozaba. Por las noches él dormía profundamente en su cuarto. Ella permanecía despierta, acostada......
(fondodeculturaeconomica)
Gorila

Reseña
Dueño de un sentido del humor poco usual, festivo, juguetón y crítico a la vez, Anthony Browne nos abre las puertas de un mundo visual sin límites; un viaje a través de las formas penetrantes, a veces contradictorias de la ciudad, donde la magia y el encantamiento nocturno son el pasaporte al territorio de la fiesta y la imaginación.
(fondodeculturaeconomica)
Mi papá


Mi papá

Reseña
Mi papá es fuerte, feliz y puede saltar sobre la luna. No hay que saber leer para disfrutar al maravilloso papá de las ilustraciones de este libro, que es igual a todos los papás. Con bata y pantuflas, canta al lado de Pavarotti y juega futbol; "Yo quiero a mi papá. Y, ¿saben qué? ¡Me quiere a mí! (Y siempre me querrá)".
Ramón Preocupón

Reseña
Ramón es un niño preocupón que se angustia a causa de los zapatos, las nubes, la lluvia, los pájaros gigantes. Después de pasar una difícil noche en casa de su abuela, ésta la le da la receta para deshacerse de sus preocupaciones. A partir de entonces, Ramón las dejará a un lado.

Reseña
Una nueva aventura de Oso y su fabuloso lápiz en el bosque lleno de peligros.
Voces en el parque

Reseña
Varias personas se encuentran en el parque. Carlos va con su mamá y con Victoria, su perra labrador. Smudge va con su papá y su perro. Todos son diferentes y ven las cosas de distinta forma. ¿Te imaginas qué pasaría si pudieras saber cómo cada personaje ve el mundo y a los demás?
(fondodeculturaeconomica)
Willy el soñador

Willy el soñador

Reseña
A Willy le encanta soñar. Sueña que es una estrella de cine, un pintor, un bailarín de ballet... Sueña con monstruos feroces y superhéroes. La tierra de los sueños de Willy es una galería de imágenes mágicas y sorprendentes. Entra y mira.
Cosita Linda
Esta es la historia de un gorila que sabe comunicarse por señas, y gracias a ello tiene todo lo que quiere: comida, bebida, diversión. Sin embargo, se siente solo y decide pedir a sus cuidadores un poco de compañía. Una historia cargada de ternura y con ciertas dosis de humor, idónea para introducir a los prelectores en el rico universo gráfico de Anthony Browne, en el que, por otro lado, rara vez faltan los gorilas...
Y otros títulos más de este gran autor.
miércoles, 22 de junio de 2016
viernes, 17 de junio de 2016
miércoles, 8 de junio de 2016
2016- PROYECTO CON 3º A Y B. MARÍA ELENA WALSH
LOS CHICOS DE 3º TM ESTÁN DISFRUTANDO DE ESTA AUTORA ARGENTINA.
PODÉS ENTRAR EN EL SIGUIENTE LINK QUE TE LLEVA A TODO LO PUBLICADO EN EL BLOG ACERCA DE ELLA Y SU OBRA.
http://bibliotecaescuela8de8.blogspot.com.ar/search/label/AUTOR%3A%20WALSH%20Mar%C3%ADa%20Elena
Etiquetas:
AUDIOVIDEOTECA,
AUTOR,
AUTOR: WALSH María Elena,
MÚSICA: WALSH María Elena,
PROYECTO,
PROYECTOS 2016,
TRABAJOS ALUMNOS 2016
María Elena Walsh. CUENTOPOS DE GULUBÚ. MURRUNGATO DEL ZAPATO
MURRUNGATO DEL ZAPATO
El gato Murrún no era empleado ni sastre ni militar.
El gato Murrún no era bailarín ni heladero.
El gato Murrún era nada más que linyera, profesión muy respetable entre los gatos, los gatolines y los gatiperros.
Vivía vagando, con su colita a cuestas, por la calle y por la plaza, la azotea y la terraza, sin tener dueño ni casa.
Una noche fría y lluviosa trotaba muy alicaído pensando dónde dormir.
Y de repente... ¡Oooh!
Allí, junto al cordón de la vereda, vio un gran zapato viejo.
Como Murrún era muy chiquito, se lo probó, es decir, se acurrucó dentro del zapato, y comprobó que le iba de medida. Y que además era abrigado y no dejaba pasar la lluvia. (No sé si ustedes habrán observado que los gatos y las gotas no se llevan nada bien.)
Ronroneó y se durmió, con la puntita de la cola asomada por el agujero del zapato.
Durmió y réquete durmió. Roncó y réquete roncó y a la mañanita se despertó.
Murrún quiere desperezarse y lavarse la cara, pero… ¿qué pasa?
El zapato está lleno de tierra húmeda. Murrún no puede respirar, se ahoga, tiene que darse vuelta trabajosamente y asomar el hocico por el agujero para tomar un poco de aire.
¿Qué es esto? ¿Quién ha llenado de tierra mi casa mientras yo dormía?
Murrún se pone a arañar valientemente para remover los terrones. Le cuesta mucho, porque están endurecidos por el sol, que ya brilla en el último piso del cielo.
Por fin consigue asomar el hocico al aire... ¿Y qué es lo que ve?
¡Una Plantita! ¡Una Plantita, muy instalada y plantada en el zapato, en su zapato!
—¡Qué bonito! —dijo Murrún.
—Gracias —contestó la Planta, creyendo que era un piropo.
—¿Quién te ha dado permiso para instalarte en mi casa?
—Estaba tan cansada de vivir siempre quieta en el mismo lugar... —le contestó la Planta—, soñaba con mudarme a un zapato y pasearme de aquí para allá, de allá para aquí, ir a visitar a la mamá del alhelí.
—¡Eso sí que no! —rezongó Murrún—, está muy bien que un Gato Murrungato viva en un zapato, pero tú ¿para qué quieres zapatos si no tienes pies?
—Yo soy Planta —le contestó ella muy orgullosa—, y aunque no sea planta de pie, igual tengo derecho a vivir en un zapato, sí señor.
—¡Pero este zapato es mi casa y no quiero inquilinos! ¡Fffff!
—¡Qué lástima! —lloriqueó la Plantita—, tendré que pedirle a Felipe que me trasplante otra vez a la vereda donde todos me pisotean... ¡Ay, yo que soñaba tanto con viajar en zapato por el mundo! ¡Ay, qué va a ser de mí, de mí y de la mamá del alhelí!
Murrún se lavaba la cara de muy mal humor.
—Justo cuando había encontrado una casa tan linda... —rezongaba entre lengüetazo y lengüetazo.
—Bueno, si te molesto me voy —dijo la Planta.
—¿Cómo te vas a ir si no tienes patitas, tonta?
—Y, esperemos que pase Felipe y me trasplante a la vereda —dijo ella lloriqueando.
—Esperemos que pase Felipe... —suspiró Murrún con cara de mártir.
Y mientras esperaban los dos muy callados, la Plantita, ya que no tenía nada que hacer, se puso a dar flores.
Un montón de flores, como cuatro:
una celeste,
una colorada,
una amarilla
y una más grande.
Murrún vio las flores y se puso bizco de la sorpresa. No atinó a decir ni mu ni miau ni prr ni fff.
Estiró la patita para juguetear un poco con ellas... Y el viento las movía, y Murrún trataba de acariciar las flores muy suavemente, escondiendo las uñas.
—Cuidado, no las arañes —dijo la Planta.
—Debo reconocer —contestó Murrún sin dejar de jugar— que aunque eres una Planta muy molesta, tus flores son realmente lindas y peripuestas.
—No faltaba más —dijo la Planta modestamente, bajando las hojas.
—Y tienen rico perfume —dijo Murrún con el hocico pegado a los pétalos—. La verdad es que me gustaría tenerlas siempre cerca, para jugar.
—Si ahora te gusto más —dijo tímidamente la Planta—, ¿por qué no me llevas a pasear en zapato, como era mi ilusión?
—¿Estás loca? —contestó Murrún.
—Todo el mundo te miraría con admiración, porque nadie ha visto nunca algo tan maravilloso. Viajaríamos... Yo andaría de aquí para allá, de allá para aquí, vería a la mamá del alhelí.
Entonces Murrún lo pensó bien. Él también estaba cansado de vagabundear solo. Y dijo:
—Bueno.
Murrún se olvidó de su mal humor y empuñó los cordones.
Allá se fue, llevando a la Plantita con sus flores a pasear en Cochezapato por el mundo.
Y así, con un garabato,
se acaba el cuento de Murrungato.
EN: Walsh, María Elena. Cuentopos de Gulubu. Buenos Aires, Alfaguara, 2010.
FUENTE: megustaleer
miércoles, 1 de junio de 2016
Anthony Browne. Entrevista. Revista Babar, 2005
Entrevista a Anthony Browne
Babar •
Después, durante quince años, diseñó tarjetas de felicitación para la Galería Gordon Fraser, hasta 1988, cuando ilustró Alicia en el País de las maravillas, que fue editado por Julia MacRae.
¿Cuál fue el primer dibujo o ilustración de la que te sentiste realmente satisfecho?
Algunos diseños de una rata diseccionada que hice con motivo de una entrevista para entrar en un curso de dibujo médico (por cierto, no fui aceptado).
¿Qué preparación hay detrás de tu talento artístico?
Estudié Diseño Gráfico en la Facultad de Arte de Leeds.
¿Cuál es tu técnica favorita a la hora de trabajar en álbumes ilustrados, y por qué?
La acuarela, porque estoy acostumbrado a ella, supongo. Trabajo con facilidad, y además seca rápidamente. Tiendo a usarla de una manera más comedida de lo normal, una técnica que aprendí cuando fui temporalmente dibujante médico.
¿Están todos tus trabajos enfocados a la ilustración, o has hecho alguna exposición de trabajos individuales o cuadros independientes?
Alguna vez he dibujado por diversión, pero parece que siempre tiendo a contar una historia.
¿Cómo empiezas a trabajar sobre un libro? ¿Te viene primero a la cabeza la historia, o las ilustraciones?
La mayoría de mis libros empezaron como una extraña mezcla entre historia e imágenes. La única manera de describir esto es decir que es como planear una película, y trabajar sobre las páginas de un libro es como imaginar las escenas.
No es un tema que yo trate de manera intencionada. La idea de un libro se va asentando poco a poco en mí. Supongo que debe tener algo que ver con mis propias experiencias infantiles, aunque crecí en una familia cálida y cariñosa, y no recuerdo ningún sentimiento de soledad prolongado – la verdad es que casi nunca me encontraba solo.
¿Cuánto tiempo te suele llevar realizar una ilustración (por ejemplo, una a página completa como las de Gorilla)?
Una ilustración te puede llevar todo un día si es pequeña y muy sencilla, o una semana si es grande y detallista. Normalmente no suelo tardar más que lo que dura mi interés, aunque a veces me gustaría dedicar mucho más tiempo a cada ilustración.
Antes de dedicarte profesionalmente a la ilustración, has tenido otros trabajos. ¿Cuáles eran, y cómo enfocarías tu talento artístico si de repente perdieras el interés o la posibilidad de hacer álbumes ilustrados para niños?
Fui un dibujante médico en Manchester durante 3 años, maestro a tiempo parcial en la Facultad de Arte de Leeds y diseñador de tarjetas de felicitación para la Galería Gordon Fraser. A veces pienso que sería interesante dedicarme a la pintura, así que a lo mejor lo intento.
¿Cuándo dibujaste tu primer “primate”?
Bueno, estrictamente hablando, los humanos también son primates, de manera que debió de ser una de las primeras cosas que dibujé cuando era niño. El primer gorila que recuerdo haber dibujado fue con motivo de una tarjeta de cumpleaños que mostraba a un gran gorila muy cabreado sujetando un oso de peluche, y de alguna manera he venido repitiendo esta idea desde entonces.
Mi versión de King Kong estaba bastante cerca de eso. Estaba tratando de hacer algo entre un álbum ilustrado, una novela gráfica y una novela convencional. Ahora no estoy muy seguro de lo que era, o para qué. Las librerías tuvieron un serio problema con esto.
Te gusta insertar pequeños dibujos escondidos entre los fondos de tus ilustraciones. La mayoría de ellos son fáciles de detectar, pero hay algunos que la mayor parte de los lectores puede ignorar…
Hay bastantes casos, y debo admitir que no me gustaría dejar de hacerlo, pero hay un gorila que aparece como metiéndose dentro de una doble página en El Túnel que no tiene absolutamente nada que ver con la historia. Suelo incluir estas imágenes para ayudar a contar partes de la historia que las palabras no cuentan. Es la parte de mi trabajo que me parece más fascinante.
Hablando de El Túnel, ¿cómo creaste las imágenes secuenciales en este libro, donde la hermana echa sus brazos alrededor su hermano moribundo y congelado y le devuelve a la vida?
Quería que la historia se desarrollara en el mundo real con niños creíbles, así que fotografié a amigos de mis hijos en las posturas que aparecen en el libro.
¿Por qué es el zoo un elemento tan presente en tus historias?
Tengo sentimientos muy encontrados respecto a los zoos. Desearía que no fueran necesarios, pero creo que me atrae el tema de las jaulas y el cautiverio de todos los tipos y a todos los niveles. Incluso mis ilustraciones aparecen a veces atrapadas en cajas.
¿Cuál de tus libros es tu favorito?
Tengo tres favoritos: Gorila, Zoo, y sorprendentemente, mi nuevo libro Willy the Dreamer. Digo sorprendentemente porque normalmente justo después de acabar un libro lo odio. No puedo soportar ni mirarlo, todo lo que veo son fallos, o pequeños detalles que no resaltan tanto como había esperado. Fue un placer trabajar en este libro. Es un conjunto de imágenes que celebran el sueño, algunos de mis dibujos favoritos, y los plátanos. Creo que a lo mejor se percibe este disfrute a través de ellos. Al menos, eso espero.
De entre todos los autores contemporáneos, ¿qué trabajo admiras más?
Me gustan muchos autores e ilustradores ingleses, pero mis dos favoritos son americanos: el gran Maurice Sendak y Chris van Allsburg.
Entrevista cedida por la revista inglesa Achuka.
Todos los derechos reservados.
Todos los derechos reservados.
FUENTE: revistababar
Etiquetas:
AUTOR,
AUTOR: BROWNE Anthony,
ENTREVISTAS,
LITERATURA,
LITERATURA Entrevistas-Anécdotas,
PROYECTO,
PROYECTO Browne Anthony,
PROYECTOS 2016
Suscribirse a:
Entradas (Atom)